lunes, 20 de agosto de 2012

O P I N I Ó N



La fe en Dios y la nobleza del hombre


Un día leí en una revista que una mujer preguntó a Evelyn Waugh, escritor tan magníficamente dotado, pero irritable, malgeniado, insufrible y en ocasiones malévolo, que a veces causó muchísimo dolor y dañó con sus palabras:

–Señor Waugh, ¿cómo puede comportarse tan malamente así, y seguir siendo cristiano?
–Señora, tal vez sea yo tan malo como usted dice; pero créame: si no fuera porque creo en Dios, casi no sería humano...

Creo que sin Dios, la humanidad pronto degenera hasta caer en lo subhumano. Esta tesis la fundamentó Francis Bacon hace 350 años, en su ensayo Del ateísmo: "Los que niegan a Dios destruyen la nobleza del hombre. Pues, sin duda, el hombre es afín a las bestias por su cuerpo. Y si no es afín a Dios por su espíritu, es una criatura baja e innoble."

Leí que uno de los más grandes teólogos modernos, el sacerdote jesuita Karl Rahner, llego a una conclusión similar. Argumentó que si la imagen de Dios se desvaneciera completamente de nuestras mentes, lentamente dejaríamos de ser seres humanos. Esto significa que conservaríamos nuestra capacidad intelectual, nuestra habilidad para hacer máquinas cada vez más complejas; pero al cortar el cordón umbilical que nos une a Dios, desaparecería nuestra fuente de capacidad ética.

Algunos seres humanos son frecuentemente destructivos, crueles, malévolamente envidiosos porque carecen de bondad intelectiva y de la inteligencia cognoscitiva de Dios.

Esta propensión al mal y a la duda del prójimo no puede corregirse exclusivamente con propios recursos, se necesita de una ayuda exterior para controlar nuestro lado siniestro.

Tal auxilio solo lo puede dar la "práctica de la fe", esta la lleva a cabo al establecer un código de conducta que no hacemos a nuestra propia conveniencia, ni se altera a capricho del hombre, sino que proviene de Dios y es inmutable. Además, nos ofrece muchas formas de permanecer fieles a este código.

En el siglo XXI se demuestra la tesis de que al desvanecerse la visión de Dios primero nos volvemos el "simio listo" y aparentemente coherente y luego nos exterminaremos unos a otros.

La sociedad, en conjunto, será menos autodestructiva si reverencia las normas morales y cree en el prójimo sin destruirlo con la palabra o la fuerza. La norma moral no es posible cambiarla a capricho del hombre, sino que deriva su autoridad de Dios.

Pero dicho lo que antecede, no creo en Dios por la utilidad pública de esta idea. Dios no representa un útil mecanismo de control social.

Si Dios fuese una simple abstracción de bondad, como arguyen ciertos autores de asuntos religiosos, el sistema se desplomaría en ruinas ante la primera crisis. La única fuente válida de vida moral es un Dios viviente.

No soy capaz de describir con precisión cómo llegamos a conocer a semejante Dios.
 
No es una experiencia intelectual, sino intuitiva, más cerca de las emociones que de la razón, tal intuición es consecuencia de la gracia; por medio de la gracia, Dios ilumina nuestra mente y nos confiere la capacidad de creer en Él y la de verlo.
 
 

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