lunes, 20 de febrero de 2012

O P I N I Ó N


LA MEZQUINDAD DE OLLANTA HUMALA

De que Ollanta Humala era una enorme interrogante al momento en que fue ungido presidente, no cabe la menor duda. La realidad que se ha ido revelando tranquiliza a muchos, entusiasma a otros y decepciona a no pocos.

¿Qué podemos concluir hoy de la persona que nos gobierna, tras su anuncio –en tono imperativo– de que el gobierno central construirá la línea 2 del Metro de Lima? Para quienes desconozcan las peculiaridades técnicas de la demanda de transporte público en Lima, puede que parezca una buena noticia.

Pero cualquiera que tenga algo de interés en revisar los estudios que existen sobre los planes y posibilidades de desarrollo de Lima solo puede concluir que el presidente actúa, o con una ignorancia inconcebible para una inversión de la envergadura que se pretende o con una calculada y taimada ruindad. Pero expliquemos.


Existen ocho corredores viales que explican el 50% del transporte en Lima, y que suman un total de 300 kilómetros. Si fuésemos un país saudita, no hay duda de que quisiéramos llenar esos 300 kilómetros con trenes subterráneos –a un costo que superaría largamente los $21,000 millones. Pero volvamos a nuestra realidad: el gobierno central no tiene ese dinero –y menos la Municipalidad de Lima–, así que solo nos queda pensar en una combinación de trenes y buses articulados en un sistema integrado de transporte público para Lima.

El actual gobierno solo tiene capacidad para invertir en un único tren eléctrico: aproximadamente 30 kilómetros a un costo de $2,000 millones, así que debe evaluar con mucho detenimiento cuál es la mejor opción entre los siete corredores viales que quedan disponibles. Y, absolutamente, todos los estudios serios concluyen que esa ruta es la que une las avenidas Javier Prado, La Marina y Faucett hasta el aeropuerto Jorge Chávez. ¿Por qué? Primero, porque recorrería los distritos con mayor densidad poblacional actual y futura (fijarse en la cantidad de edificios): San Borja, Surco, San Isidro, Pueblo Libre, Jesús María y Magdalena, lo que haría innecesario el subsidio estatal (cosa que sí se requeriría con los otros corredores).

 Además, como en cualquier ciudad moderna, uniría el aeropuerto internacional (y el puerto del Callao) con el centro y el este de Lima, lo que mejoraría enormemente las condiciones para estimular el turismo y el comercio (y aumentaría enormemente la rentabilidad del servicio).

Paralelamente, la Municipalidad de Lima está en condiciones de iniciar las obras del Metropolitano 2, este mismo año; es decir, construir el corredor que une Santa Anita con las avenidas Grau y Venezuela. La gran ventaja es que una de las partes más costosas del proyecto ya está construida: la Estación Central.

¿Y qué es lo que decide nuestro presidente? Zurrarse en los criterios técnicos y hacer que su tren eléctrico, que no podría empezar a construirse hasta dentro de dos años, pase por encima de una obra que ya está prácticamente en un 50% de avance, como es el Metropolitano 2. Lima obtendrá menos inversión y verá postergada la solución a sus ya insoportables problemas de transporte.

Si esta decisión es el resultado de una mala evaluación, el presidente está aún a tiempo de enmendar el error. Pero si se trata solo de demostrar que él es quien manda y que a quien lo contradiga le pone la bota encima, Humala demostraría que no solo el saco le queda grande, también la banda presidencial

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