viernes, 7 de junio de 2013

O P I N I Ó N

Ecología del hombre    

Me he enterado al leer los medios de comunicación que se celebra el Día Mundial del Ambiente y que estamos en una Semana Ecológica; y hace unos días escuché la conversación entre un abuelo y su nieto, en la que, ante la pregunta ¿cuándo seas grande quieres ser abogado como tu papá?, la respuesta fue: abogado tal vez, pero como mi papá no, pues todos los días llega tarde del trabajo y muy cansado, renegando y solo con ganas de comer y dormir. Sobre el particular me gustaría parafrasear algunos párrafos de un discurso que leí hace casi dos años, pero que se mantiene vigente: “Cuando en nuestra relación con la realidad hay algo que no funciona, entonces debemos reflexionar todos seriamente sobre el conjunto. La importancia de la ecología hoy es indiscutible. Debemos escuchar el lenguaje de la naturaleza y responder a él coherentemente. Sin embargo, quisiera afrontar seriamente un punto que -me parece- se ha olvidado tanto hoy como ayer: hay también una ecología del hombre. También el hombre posee una naturaleza que debe respetar y no manipular a su antojo. El hombre no es solo una libertad que él se crea por sí solo.
 
El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando él respeta la naturaleza, la escucha, y cuando él se acepta como lo que es. Así, y solo de esta manera, se realiza la verdadera libertad humana”. El ser humano siempre debe volver la mirada hacia sí mismo, hacia dentro, y reconocerse en su propia naturaleza, en lo que su naturaleza le dice que es y lo que es bueno y malo para él. De otra forma, iría en contra de su propia naturaleza y, por lo tanto, actuaría sin atender a su ecología. Su voluntad sería injusta al actuar sin respetar o sin tener en cuenta su propia naturaleza, sin escucharla y sin aceptarla tal cual. “Basados en esta convicción, los combatientes de la resistencia actuaron contra el régimen nazi y contra otros regímenes totalitarios, prestando así un servicio al Derecho y a toda la humanidad. Para ellos era evidente de modo irrefutable, que el derecho vigente era en realidad una injusticia. Pero en las decisiones actuales no es tan evidente la cuestión sobre lo que ahora corresponde a la ley de la naturaleza, lo que es verdaderamente justo y puede transformarse en ley.
 
Hoy no es de modo alguno evidente lo que de por sí es justo respecto a las cuestiones antropológicas fundamentales y pueda convertirse en derecho vigente. A la pregunta de cómo se puede reconocer lo que es verdaderamente justo, y servir así a la justicia en la legislación, nunca ha sido fácil encontrar la respuesta y hoy, con la abundancia de nuestros conocimientos y de nuestras capacidades, dicha cuestión se ha hecho todavía más difícil”. Recuerdo mucho que en mi época de escolar se nos enseñaba que “la familia era la célula básica de la sociedad”. Todos sabemos que la naturaleza humana de los miembros de una familia exige la atención permanente y dedicada de cada uno de ellos entre sí. Sin embargo, es fácil apreciar que actualmente esta célula básica está enferma, se ha convertido en una célula cancerígena y está haciendo metástasis. Conversando con una compañera de trabajo, joven y exitosa profesional, escuchaba – con no poca preocupación – la pregunta que eventualmente se hacía ¿si me caso me olvido de mi carrera?
 
También he escuchado a algunos amigos casados enfrentarse al dilema ¿vale la pena seguir en este trabajo y sacrificar la atención a mi familia? Yendo más a fondo incluso existen cuestionamientos colectivos tales cómo ¿necesita la familia la unión perenne de sus columnas, es decir, de los padres?, ¿es necesario el matrimonio indisoluble o basta con la convivencia o con el divorcio a la carta? Es necesario pues que al celebrar una semana ecológica, y cada vez que luchemos en defensa del medio ambiente, a fin de no caer en incoherencias, reflexionemos también sobre esta ecología del hombre y actuemos en consecuencia, cada uno desde nuestra posición en la sociedad. Al que le interese leer todo el discurso que he parafraseado, se trata del discurso de Benedicto XVI ante el Parlamento Alemán, en septiembre de 2011, y puede ubicarlo fácilmente buscándolo en Google.

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