martes, 18 de junio de 2013

A C T U A L I D A D

Alomía Robles y la Melodía Eterna
 
Este es el año del centenario de la melodía peruana más tocada y admirada en el mundo, El cóndor pasa, que compuso Daniel Alomía Robles inspirado en un largo periplo de investigación y estudio de la música andina en el Perú profundo.
 
El celebrado compositor y folclorista, nacido en Huánuco el 11 de enero de 1871, fue hijo de Marcial Alomía (o Alomié), inmigrante francés, y de doña Micaela Robles. Cuentan que desde niño tuvo un oído muy fino que le permitió reproducir todo lo que escuchaba. Concluida su educación primaria, viajó a Lima para proseguir sus estudios en el colegio de Nuestra Señora de Guadalupe. Allí conoció a los maestros Manuel de la Cruz Panizo y Claudio Rebagliati, quienes le enseñaron música y a tocar algunos instrumentos, con lo que estimularon su vocación por este arte.
 
Al terminar la secundaria, ingresó a la Facultad de Medicina de San Fernando, de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Cuando cursaba el tercer año, viajó con otros compañeros de estudio a la selva, y así satisfizo su interés por el estudio de la naturaleza. Allí trabó amistad con el sacerdote franciscano Gabriel Sala, quien fue determinante para sus orientaciones musicológicas. Y en esa ruta inició una enorme labor de recopilación folclórica, para lo que se internó en los más abruptos parajes de la serranía con el fin de recoger los cantares y la música que se transmitían de generación en generación: melodías tradicionales y leyendas de las épocas incaica y colonial. Ese mismo afán lo llevó también por la sierra de Bolivia y Ecuador.
 
En 1911, viajó a Buenos Aires para presentar algunas de sus obras, y luego a Panamá y Cuba, donde se casó.
 
Y en ese andar llegó el día del estreno de la zarzuela El cóndor pasa, cuya música inmortalizó a su autor. La obra se presentó el 19 de diciembre de 1913 ante un público expectante que desbordó el Teatro Mazzi de la Plaza Italia. El éxito fue tan grande que las funciones se mantuvieron en cartelera por cinco años.
 
El cóndor pasa ha sido adaptada y tocada en todos los ritmos imaginables. Fue clasificada como zarzuela originalmente, pero en el Perú y el mundo se toca a ritmo de huaino, de marcha militar, himno religioso, balada o de jazz.
 
También se han efectuado diversos arreglos y compuesto una gran variedad de letras que se interpretan en varios idiomas: inglés, ruso, hebreo, alemán, etcétera, aparte del español y el quechua. Y, por supuesto, ha sido grabada y tocada en miles de versiones en todo el mundo. En 1919, Alomía Robles viajó a Nueva York, donde residió 14 años. Allí ofreció conciertos y conferencias y grabó discos hasta 1933. Su ópera Illa Cori, o la conquista de Quito, fue propuesta para ser estrenada en las grandes ceremonias de apertura del Canal de Panamá en 1914. Pero el estallido de la I Guerra Mundial frustró el proyecto.
 
La obra de Alomía Robles fue copiosa. Compuso los poemas sinfónicos El indio, Amanecer andino y El resurgimiento de los Andes; la opereta La Perricholi; una misa de gloria, canciones para voz y piano, y zarzuela. Gran parte de su obra quedó inédita. Su hijo Armando Robles Godoy –cineasta y periodista, fallecido hace poco–, en un encomiable esfuerzo póstumo de recopilación, publicó una selección de sus composiciones con el título La obra musical de Daniel Alomía Robles en tres volúmenes, en 1990.
 
De retorno a la patria, Alomía recibió homenajes y reconocimientos. Fue nombrado jefe de la sección Bellas Artes del Ministerio de Educación, y muchos de sus temas fueron estrenados por la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección de Theo Buchwald.
 
Pasaron los años y el compositor, ya en la tercera edad, no dejaba de crear. Fue así hasta el 18 de junio de 1942, cuando falleció víctima de septicemia. Contaba 71 años de edad. Cincuenta y cuatro años después, El cóndor pasa fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación. Su música debe ser motivo de orgullo para los peruanos. Así me sentí yo cuando, una noche de mayo de 2001, estando en Seúl, encontré en una rocola el disco entre las más grandes composiciones musicales del mundo.
 
Estaba con un grupo de periodistas latinoamericanos que habían escuchado la melodía, pero no sabían que era peruana.
 
Ocurre que, en más de una ocasión, varios músicos han tratado de apropiarse de ella. La conmemoración del primer centenario de El cóndor pasa debe ser motivo para martillar su nacionalidad. ¿No les parece?

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