miércoles, 26 de junio de 2013

C U L T U R A

CAPULLANAS Y CURACAS DE NUESTRA COSTA.
 
 
Los curacazgos eran los señoríos o dominios de los caciques en el siglo XVI, palabra que tiene su origen en la lengua anahuac y que los españoles escucharon de los tainos en las Antillas, para ser reemplazada por la expresión quechua ‘curaca’. Eran las cabezas de un clan o ‘reino’ y controlaban un territorio. El extraordinario estudio ‘Curacas y sucesiones Costa Norte’ de nuestra prestigiosa historiadora, María Rostoworowski de Díez Canseco, nos presenta personajes y costumbres que formaron parte de los anales de nuestra región y merecen ser recordados.
 
‘En los tiempos del Virrey Toledo habían en Piura 26 Repartimientos de indios, entre los que figuraban Catacaos y Narihualá’ y estos últimos pertenecieron a los antiguos tallanes que ocuparon la región Piura durante la conquista. Entre los Tallanes y Huancavilcas -según Las Casas- no heredaban los varones sino las mujeres, a las cuales en vez de Cacicas se les denominaba Capullanas, por la similitud de su indumentaria con el capuz español. No hay menciones de ‘cacicas’ en otras regiones aparte de Catacaos, Colán y Menon, donde estas gobernaron sus cacicazgos hasta los primeros tiempos de la conquista, lo cual demuestra el temple de la mujer piurana, siendo una de sus exponentes, doña María Pancantil, cacica en 1640, merced al título concedido por don Pedro de Toledo y Leyva, Marqués de Mancera.
 
María ganó el litigio contra Juan de Nonura que, en ese entonces tenía solo 15 años. Era descendiente de los caciques Cutmasa y Martín Yucarsunti, se casó con Miguel Marcos y, luego, con Gaspar Sánchez, muriendo en 1685. Las Capullanas podían repudiar a su marido y elegir un reemplazo. El día de la boda, el elegido se sentaba junto a la señora y se organizaba una fiesta con gran desenfreno, donde el desplazado también se hacía presente, arrinconado en el suelo. Otros curacas fueron don Pablo de la Chira, de las Parcialidades de la Chira, Tangarará el menor, del pueblo de Catacaos, Camacho en Colán y los de Narigualá (Catacaos): Diego Eduptangar, Diego Mescoñera, doña Francisca Mescoñera, hija del anterior, y don Juan Temoche, quien obtuvo el título por su mujer, doña Francisca Canapay.
 
Pueblo ‘bravo entre los bravos’ fue el guayacundo (Ayavaca), distinto al tallán, proveniente de la selva amazónica, constructor de inexpugnables fortalezas y que “opuso feroz resistencia a los ejércitos de Túpac Inca Yupanqui en el cerro de Yantuma”. Ellos y Aypate merecen una especial atención, para lo cual recomiendo los textos de Mario Polía (‘Los Guayacundos Ayahuacas’) y Waldemar Soriano (‘La etnia guayacundo en la sierra piurana). Cuantos apellidos de amigos y conocidos provienen de la nobleza de nuestros primeros pobladores. Cuánta riqueza histórica desconocida y postergada por la indolencia de nuestras autoridades y por pasividad ante la invasión cultural extranjera.

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