martes, 11 de junio de 2013

¿DE DÓNDE VIENEN LOS MONSTRUOS?
 
 
Jorge BruceMaurice Sendak, el célebre creador de historietas infantiles, dibujó un clásico relato que lleva el título de esta nota. Solo que sin signos de interrogación. En su espléndido trazo, un niño travieso es castigado por su madre sin cenar. Entonces, en la soledad de su habitación, comienzan a crecer lianas, se abre un océano con un bote a vela y él zarpa hacia la isla de donde provienen los monstruos. Son unas criaturas aterradoras, a las cuales se enfrenta y domina. Hasta que se aburre o le entra nostalgia. Luego retorna a su hogar, adonde lo aguarda su cena, caliente.
 
Esta peripecia se hizo clásica porque contiene lo esencial de la aventura humana. Todos debemos enfrentarnos a nuestros demonios. Pero no todos saldremos victoriosos del enfrentamiento. Y mientras en las extraordinarias imágenes de Sendak estas provienen de una zoología fantástica, en la vida cotidiana se trata de pedofilia, sadismo, asesinato, violaciones, robos, corrupción.
 
Tomemos la historia del médico Ángel Valdivia, que hace poco confesó haber violado y asesinado a una menor que acudió a su consulta. Dicho profesional había sido senderista, además: el monstruo perfecto. Uno de los comentarios en una página de YouTube dice lo siguiente: “Dónde estamos… curas violadores policías corruptos y ahora médicos asesinos… yo creo que desterrarlos a todos a una isla entre ellos que se maten entre delincuentes… estaría bien”.
 
Ese comentario revela el fracaso del proceso que muestra el artista. Cuando una personalidad, así como una sociedad, no logra instalar los mecanismos adecuados para inhibir esos comportamientos omnipotentes, estos se van a producir y reproducir, inexorablemente. Esto es lo que explica que, durante décadas, la Iglesia Católica haya acumulado una cantidad inconmensurable de casos de abuso pedófilo. Mientras su alta jerarquía, so pretexto de proteger el prestigio de su institución (porque inconscientemente el asunto del deseo es más complicado que los intereses de la organización), encubrió estos abusos, estos continuaron produciéndose. Es obvio que dicho comportamiento atrajo a una cantidad incalculable de pedófilos, acaso muchos de ellos no pretendiendo pasar al acto, pues no todos lo hacen, pero una vez adentro.
 
También eso explica que el Perú ocupe el primer lugar en Sudamérica en violaciones. Y que la corrupción sea endémica, así como que la policía y el Poder Judicial estén en un grado tan avanzado de putrefacción. No es un caso de ovejas descarriadas, como tampoco lo fueron las violaciones de derechos por parte de las Fuerzas Armadas, durante la guerra contra Sendero Luminoso, cuyo carácter criminal no necesita ser enfatizado.
 
Mientras no seamos capaces de enfrentar el reto de que todos somos criminales potenciales, y que solo una combinación de factores individuales, familiares y sociales puede permitirnos regresar fortalecidos de la isla, seguiremos aferrándonos a la ilusión de que los monstruos son los otros, que deben ser desterrados, como los leprosos de San Pablo o los presos de El Frontón.

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