lunes, 18 de noviembre de 2013

TUPAC AMARU, NO PUDIERON MATARLO
 
 
Y NO PODRÁN MATARLO dice el poeta Alejandro Romualdo en su formidable Canto coral a Túpac Amaru. En efecto, ni sus enemigos ni los siglos han podido acallar ni extinguir el legado histórico del gigantesco padre de la libertad americana.
 
Desde una alejada aldea de los Andes se atrevió a rebelarse contra el más poderoso imperio de la Tierra, en cuyos dominios “no se ponía el Sol”. 
 
Tamaña osadía fue castigada con la tortura y recibió una muerte sumamente cruel, condena que alcanzó a toda su familia.

Sin embargo, su grito libertario resuena hoy más poderoso en los confines del continente. Aquí una muy apretada semblanza del cacique de Tungasuca.
 
 
José Gabriel Condorcanqui –Túpac Amaru II– nació el 19 de marzo de 1736 en Surimana, provincia de Canas, Cusco. Fue el segundo hijo de Miguel Condorcanqui y Rosa Noguera, descendiente directa de Túpac Amaru I, el último de los incas de Vilcabamba. Al morir su hermano mayor, José Gabriel heredó el cacicazgo de Tungasuca, Surimana y Pampamarca.
Fue educado por jesuitas en el colegio de los curacas de San Francisco de Borja del Cusco, donde aprendió a dominar el latín y se ilustró con solvencia. 
 
A los 20 años de edad desposó a Micaela Bastidas, con quien tuvo tres hijos, mientras sus negocios, que apuntaban principalmente al transporte, marchaban viento en popa. Fue en ese transitar que tomó conciencia del maltrato que sufrían los indígenas en las minas, obrajes y repartos mercantiles a manos de los españoles.
 
En 1776, viajó a Lima para solicitar formalmente que se exonere a los indios del trabajo obligatorio en las minas y, además, se le conceda a él mismo un título de nobleza al que tenía legítimo derecho, pues su última poseedora, una nieta de Sayri Tupac, había muerto sin sucesión. Lejos de atender sus reclamos, la Audiencia de Lima lo obligó a esperar en su pueblo la resolución pertinente. La respuesta de Túpac Amaru no pudo ser más radical: la rebelión.
 
En ese trance, el 4 de noviembre de 1780 lideró, en el valle de Tinta, una insurrección popular que estremeció al poder español. El 16 de noviembre expidió su histórico Bando de la Libertad, primer manifiesto emancipador del Perú y América Latina, que incluyó la abolición de la esclavitud. Dos días después derrotó al primer destacamento enviado para reprimir la rebelión en Sangará, donde perecieron 576 soldados y oficiales realistas; luego logró el control de gran parte de la meseta del Collao, y así consiguió la adhesión de muchas etnias quechuas y aimaras para, seguidamente, atacar el Cusco durante ocho días. Una vez transcurridos estos, Túpac Amaru ordenó la retirada a los bastiones de Tinta. En marzo de 1781, mientras la rebelión crecía en el Alto Perú, los realistas contraatacaban en el Cusco con un ejército de 17,000 hombres. El caudillo, en lugar de dirigirse a la alturas de Puno y el Alto Perú, donde contaba con grandes fuerzas, decidió resistir en Tinta.

Logró algunas victorias, pero sufrió una importante derrota en Salca, donde, según testimonios de la época citados por el historiador Juan José Vega, hubo una carnicería que horrorizó a Túpac Amaru; “cuyo asombro creció viendo que le tomaron sus cañones, pertrechos, equipajes…”.
En tales circunstancias decidió replegarse en el Collao y el Alto Perú, pero fue apresado en el intento por traidores al servicio de los realistas, camino a Ayaviri.
 
La guerra continuó bajo el liderazgo de su hermano Diego Cristóbal y Túpac Katari, entre otros, en la alturas de Puno y el Alto Perú, donde el poderoso ejército realista fue derrotado en toda la línea. Según fuentes de la época, se replegó al Cusco con solo 1,500 hombres de los 17,000 con los que había partido.
 
Se lo condenó a morir descuartizado por cuatro caballos, pero como los corceles no pudieron terminar con él, se procedió a decapitarlo. Esto ocurrió en un evento público en la Plaza de Armas, el 16 de mayo de 1781. Las penas aplicadas por los jueces fueron brutales. Que yo sepa, no hay en la memoria de la humanidad antecedente tan monstruoso como el que sufrieron Túpac Amaru II y su familia.
 
Dos siglos después, el poeta Romualdo Valle lanzó a los cuatro vientos su hermoso poema, cuya voz llegaba con la fuerza de una tempestad, tal como fue el paso de Túpac Amaru por nuestra historia.
 
Su fama se extendió tanto que los indígenas sublevados en el llano de Casanare, Virreinato de Nueva Granada (Colombia), lo proclamaron rey de América.
 
De su gesta heroica se han escrito incontables libros, artículos y ensayos. Además, en 1992 se filmó una película sobre su vida y su rebelión. Su epopeya dejó más muertos que todas las guerras de la independencia indoamericana juntas, y su acción cubrió virtualmente seis países del continente y arrastró a nuevas luchas. Túpac Amaru II fue, pues, el gran precursor de la independencia americana.
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario