lunes, 4 de noviembre de 2013

JOSÉ DE LA RIVA AGÜERO, EL GRAN HISTORIADOR.
 
 
Historiador celebrado fue el más grande conservador de su tiempo. Pero, según él mismo anotó en una carta a Luis Alberto Sánchez en 1929, “mucho más que conservador, que podría significar avenido a lo presente, he sido y soy reaccionario”.
 
 
Medio siglo después, al recordarse el centenario de su nacimiento, LAS –que lo trató muy de cerca e incluso lo admiró– recogió esas palabras para titular su ensayo Conservador, no; reaccionario, sí, que publicó sobre la vida, obra y proyecciones de José de la Riva Agüero y Osma, marqués de Montealegre y Aulestia, cuyos pasos dejaron huella en dos campos diametralmente distintos.

José de la Riva Agüero nació en Lima el 26 de febrero de 1885, en una solariega casona de la cuarta cuadra del jirón Camaná, convertida hoy en el Instituto Riva Agüero. Fue hijo de Mariano de la Riva Agüero y de María Dolores de Osma, rica heredera limeña.

Realizó sus primeros estudios en el colegio de La Recoleta en la época en que la primaria se hacía en cuatro años y la secundaria en seis. Al dejar las aulas de La Recoleta ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, de la cual fue posteriormente profesor. Decidió estudiar Derecho, pero antes quiso doctorarse en Filosofía, Historia y Letras. 

Optó los grados de bachiller y doctor en Letras con dos notables tesis: Carácter de la literatura del Perú independiente y La historia en el Perú. Tenía apenas 20 años cuando ya exteriorizaba una precocidad admirable.

En 1910, año en que el país estuvo al borde de una nueva conflagración con Ecuador, tuvo su primer contacto con la vida factual, con los hechos, al enrolarse en el Batallón Universitario, que formaron los sanmarquinos para combatir en la guerra felizmente frustrada de aquel año. 

Aquella vez, toda la Generación del 900 sentó plaza y fue enviada al norte a prepararse para el combate. Al retornar de Zarumilla sintió la necesidad de tomar parte en la contienda política que su clase, la aristocracia, inició contra el primer gobierno de Leguía. En esa coyuntura publicó, en El Comercio, un violento y bien concertado artículo a favor de la amnistía y contra las pretensiones dictatoriales de Leguía. Esta proclama contra el régimen le valió ser arrestado. Los estudiantes salieron a las calles en protesta y el gobierno no tuvo más alternativa que liberarlo. Había comenzado la carrera política del historiador.

Por entonces se graduó de doctor en jurisprudencia, y luego emprendió un largo viaje por el interior del país, del cual emergieron las enternecedoras páginas de su obra monumental, Paisajes peruanos, publicada 43 años después con un brillante prólogo de Porras Barrenechea.

De ese viaje Riva Agüero regresó a la complicada realidad política que marcó los primeros meses del gobierno de Billinghurst. En 1913, al ver que no tenía mayores perspectivas políticas, viajó a Europa. De vuelta al país, fundó el Partido Nacional Democrático, que la prensa llamó “futurista” en virtud de la juventud de sus miembros.
 
En 1916, al conmemorarse el tercer centenario de la muerte del Inca Garcilaso de la Vega, pronunció en San Marcos un discurso titulado ‘Elogio del Inca Garcilaso’, que provocó el aplauso unánime de la intelectualidad limeña. 

Sus lecciones, especialmente sobre el Perú hispánico, prosiguieron en San Marcos hasta que se produjo el golpe de Estado promovido por Leguía. Optó entonces por emigrar y establecerse en Europa.

Retornó al país después de diez años. Políticamente era otro: ya no quedaba en él ni un ápice de su antiguo liberalismo nacionalista.

Había pasado al campo del más severo conservadurismo afianzado en la fe católica. En esas circunstancias fue testigo del golpe de Sánchez Cerro contra Leguía, de modo que ya a nadie sorprendió que ocupara la alcaldía de Lima. 

Dos años después, con Benavides en el poder, fue nombrado presidente del Consejo de Ministros y, luego, Ministro de Justicia, Instrucción y Culto, cargo al que renunció para no suscribir la ley del divorcio.

En 1934, fuera ya del escenario político, fue elegido director de la Academia Peruana de la Lengua y, al año siguiente, decano del Colegio de Abogados de Lima y presidente de la agrupación Acción Patriótica, que respaldó la candidatura de Manuel Vicente Villarán en las elecciones de 1936.

Riva Agüero no contrajo matrimonio y no tuvo descendencia directa, por lo que tras de su muerte, acaecida el 25 de octubre de 1944, legó sus bienes a la Pontificia Universidad Católica. Aún no había cumplido los 60 años, la edad del “adulto en plenitud”.

 

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