lunes, 11 de noviembre de 2013

JUSTICIA POÉTICA PARA UN PERIODISTA
 
Raúl TolaLos años sesenta fueron un tremendo período de renovación en el mundo del periodismo. La notoriedad obtenida por Truman Capote con A sangre fría, su brillante «novela de no ficción» que contaba la historia real del asesinato de una familia en Kansas, echó luces sobre un nuevo género que empezaba a practicarse en los Estados Unidos: el «Nuevo periodismo». Su regla básica parecía muy sencilla −contar historias de la realidad con los recursos y algunas de las libertades de la ficción−, pero produjo un impacto y causó unas transformaciones en la prensa escrita que duran hasta nuestros días.

 Encorsetado hasta entonces por la formalidad y por el respeto de unas pautas muy rígidas, el periodismo cobró una vitalidad insospechada. Producto de esos tiempos fue una generación de brillantes escritores como el propio Capote, Gay Talese, Tom Wolfe, Norman Mailer o Hunter S. Thompson, que produjeron artículos y libros fundamentales como Honrarás a tu padre, Lo que hay que tener, Los ejércitos de la noche o Miedo y asco en Las Vegas. Más adelante llegaron el polaco Ryszard Kapuściński, y latinoamericanos como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Tomás Eloy Martínez. Los últimos tiempos han sido tan pródigos en cultores de este género en todo el mundo −Latinoamérica y el Perú no son la excepción− que no es osado afirmar que algunas de las publicaciones mejor escritas y más interesantes de la actualidad no están en la literatura, sino en el periodismo.

 Por eso resulta tan interesante el redescubrimiento que hace muy poco comenzó a hacer el mundo de un grandísimo escritor, silenciado por años por la censura y una muerte prematura, que tan pronto como en la España de los años veinte y treinta ya hacía aquello que luego se conocería como «Nuevo periodismo», con especial talento. Manuel Chaves Nogales era un cronista muy exitoso y reconocido,  cuando la insurrección de Franco estalló.

 Director del diario Ahora, muy cercano a la III República, permaneció cubriendo la guerra civil hasta la caída de Madrid, y luego se exilió en París. Allí escribió A sangre y fuego, donde contaba las atrocidades de la guerra con transparencia y desde la imparcialidad, describiendo y criticando los excesos de alzados y republicanos. Este fue el pecado que  lo volvió un fantasma por tantos años, como lo explica Andrés Trapiello, prologuista en la reciente reimpresión del libro: «Ni unos ni otros le perdonarían sus escritos, y Chaves pasó a ser uno de los raros escritores que perdieron la guerra». Pero la verdad es que los verdaderos perdedores fueron los muchos lectores que no pudieron conocerlo, hasta que se le hizo justicia y se lo rescató del anonimato.

 Cualquier lector que se interese en el «Nuevo periodismo» debe leer A sangre y fuego. También Juan Belmonte, matador de toros, el libro más famoso de Chaves Nogales, una biografía en primera persona −lo mejor que se ha escrito de tauromaquia, según varios amigos entendidos−, sobre el creador del toreo moderno. Más allá del interés o desprecio por los toros, esta obra maestra debería formar parte de cualquier biblioteca, en especial de quienes empiezan a escribir sus primeras crónicas, con el deslumbramiento y el entusiasmo de la juventud.

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