viernes, 22 de noviembre de 2013

COMO DECÍAMOS AYER.
 

La ratificación del presidente del Comando Conjunto, en una orilla, y la dureza del mandatario al llamar corrupta a la Policía Nacional, en la otra, nos señalan que el daño es profundo y las explicaciones no alcanzan. El primer ministro, César Villanueva, quien sin estreno y sin equipo renovado ha tenido que soportar una de las peores crisis del actual gobierno, enfrenta un desafío enorme con el tema de la seguridad y con el impulso que requieren las inversiones en el país para salir del estancamiento y la inercia. Decir que la culpa del ilegal resguardo por 18 meses a un exoperador del montesinismo es responsabilidad únicamente de unos cuantos jefes policiales es poco verosímil. Es más, si así fuera, ¿cual es la razón para que haya sido separado –al menos oficialmente– del círculo más cercano de Humala el asesor Adrián Villafuerte?
 
Algo no huele bien, pero el tiempo y algún otro destape periodístico se encargarán de dilucidarlo. Mientras tanto, por undécima vez se habla de una reestructuración de la policía, de dar de baja a miles de agentes, de eliminar el 24 por 24, de desaparecer la corruptela de la institución, pero, al mismo tiempo, ratifican al director general de esa institución. El mandatario y el nuevo ministro Walter Albán le renuevan la confianza. ¿Quién entiende a quién? La ciudadanía quiere respuestas y no juegos políticos. El país demanda seguridad e instituciones tutelares respetables. El Perú merece no volver al pasado de asesores ‘diabólicos’.
 
El mensaje del presidente debe ser claro y oportuno, pero creo que estoy pidiendo demasiado. Como decíamos ayer (frase histórica de Fray Luis de León al volver de la cárcel), el premier tiene solo una oportunidad. La de ponerse los pantalones largos para gobernar eliminando todo vestigio de poder paralelo.
 
Eso sí puede ayudar a Ollanta Humala a terminar su mandato en Democracia y a los peruanos, a seguir creyendo en el futuro.

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