miércoles, 27 de noviembre de 2013

Columnistas

MONTESIONOS EN LAS MAZMORRAS.
 
 
Rocío Silva Santisteban“El ingeniero Fujimori con fijaciones psicológicas, todos los días me llamaba a las 6 de la mañana, ‘qué hay de la señora Susana’. Y yo desde la 5 de la mañana tenía que estar a los que interceptaban los teléfonos, ‘qué hay de la señora Susana’, porque a las 6 en punto la primera pregunta es, ‘qué hay de la señora Susana’, con su palabra seca. Yo tenía que recetarle el abecedario, porque si no me decía, ‘oiga usted se ha dormido’. Le cuento porque son cosas reales de las intimidades que pasaron, pero son asuntos de Estado…”, estas son las palabras de Vladimiro Montesinos Torres, en la sesión del 21 de diciembre del 2001 en la Subcomisión Investigadora de la Comisión Permanente del Congreso de la República,  hablando de las coordinaciones que hacía con Alberto Fujimori para la operación que, en esa misma sesión, él intituló “reclutamiento de congresistas”.
 
En el párrafo anterior, Montesinos, además de admitir que en el Estado fujimontesinista hubo un espionaje detallado de los opositores a través de interceptaciones telefónicas, incluyendo por supuesto a la ex esposa del sentenciado Fujimori, aprovecha para describir a su jefe como un obsesivo, de “palabra seca”, que exigía una rendición de cuentas (“recetarle el abecedario”) de su subalterno —esto es, él mismo— desde primeras horas del día y, por supuesto, se regodea en la calificación de “fijaciones psicológicas” para dejar en claro algo que sobre lo que vuelve al final de la sesión: “el señor Fujimori no es manipulable”.
 
Fujimori sin su operador político Montesinos, sin este “sádico que acrecienta su goce corrompiendo” como lo ha descrito Juan Carlos Ubilluz, realiza una serie de actos concadenados de manera imperfecta y no logra sus objetivos, pero tampoco conmover sino aparecer como una persona patética. Por supuesto, no lo es. Sin embargo, debido a la falta de autoridad de los responsables de su cautiverio, impone sus modos histéricos haciendo lo que le viene en gana y desacatando permanentemente las normas de la prisión con ese resabio autoritario de todo autócrata derrotado. No olvidemos, como nos lo ha hecho recordar tan enfáticamente Julio Cotler este fin de semana, que nos encontramos ante un criminal, ante un sentenciado por violaciones de derechos humanos, ante un secuestrador, y lo que también es vergonzoso, ante un corrupto que permitió que Montesinos logré amasar, en menos de diez años, la cantidad de mil millones de dólares según un cálculo del diario argentino La Nación.
 
Hoy, nuevamente la lacra fujimontesinista asoma sus garfios y habría que tener en consideración que Vladimiro Montesinos, así como su némesis Fujimori, lo que más quieren es salir de prisión: pero si uno da manotazos de ahogado con gritos a las enfermeras y conferencias a los medios que nunca fallan en ser obsecuentes; el otro, que es la encarnación del pendejo —y continúo con Ubilluz— debe afilar sus garras en la oscuridad, aceitar a sus engranajes en la modorra del tiempo y del olvido y, sobre todo, atizar las cenizas de ese fuego que le servirá para amenazar a sus socios corruptos que aún andan libres, pero eso sí, siempre deudores de sus mañas.  

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