lunes, 4 de noviembre de 2013

TODOS SOMOS HISTÉRICOS PARA JIMÉNEZ MAYOR.
 
 
Todo indica que el renunciante premier Juan Jiménez Mayor ya no tiene cristales ferrosos de magnetita en su cerebro. Es por eso que ha perdido el sentido de la orientación que proviene de las propiedades magnéticas de aquella sustancia bastante común en la naturaleza. Vive, pues, en otro mundo. Sólo así se entiende que haya dicho que “hay histeria en la población por la inseguridad ciudadana”. Dicho de otra forma, todos somos histéricos por sobredimensionar en nuestro sentido común la ola de robos, secuestros y asaltos que vive el país; histerismo colectivo que nos atolondra y en nada ayuda al Ejecutivo, no obstante que el problema de la seguridad es, según los sondeos de opinión, el principal problema a resolver que percibe la mayoría absoluta de la ciudadanía: 77% según la última encuesta de GfK.

¿Que todos estamos bien porque éste es el gobierno más gastador en materia de orden público y de compra de patrulleros inteligentes inútiles? ¿Que vivimos ya el sueño largamente acariciado de la gran transformación, con un nuevo modelo económico donde la inclusión social ya es la nueva doctrina que marca la pauta destronadora de otros credos, sea el desarrollismo, el liberalismo, el marxismo ortodoxo o la tercera vía? Claro, siguiendo el pensamiento guía de Jiménez, en materia de seguridad ciudadana somos la vanguardia presupuestívora, aunque la ejecución de gasto en el sector Interior apenas llegue a bordear el 45% en los dos últimos años. En este orden de ideas, como les gusta decir a los abogados, debemos contentarnos porque el Perú aún no es la gran fábrica reproductora de crímenes y de narcos como ya lo son México y Colombia. Vaya consuelo.

Aunque Jiménez Mayor trató de desdecirse después del último de sus gazapos propalados en el programa de Milagros Leiva, en canal N, hablando de asaltos y de cogoteros, se escudó en la muerte de su hermano Antonio Jiménez Mayor, como si fuera una víctima de la delincuencia común que afectó directamente a su familia en 1991.

Jiménez Mayor hasta en esto último debía ser cuidadoso y no lo es. Dice el premier que ya en ese lejano 1991 había problemas de inseguridad, pero no tanto pues como ahora señor, agregamos nosotros. Y, si revisamos las crónicas policiales de la época, ese doctor muy querido, que era además oficial mayor del Congreso, Don Antonio Jiménez Mayor, no fue asesinado por el hampa sino por el esposo de su secretaria en un crimen típicamente pasional, por un policía en actividad que, según fuentes creíbles, habría huido al Japón. Desde allí o de otro lugar, hace dos años habría querido interponer, sin suerte, un recurso de prescripción.

Moraleja: para mentir y comer pescado, hay que tener mucho cuidado. El señor Juan Jiménez Mayor, con este nuevo desliz de la histeria, ha colmado la paciencia de la pareja presidencial, la misma que ya lo había desautorizado en el anuncio de la compra de un nuevo avión presidencial, y antes en el diálogo fallido con los partidos. Hay que desearle buen viaje a este señor de vieja estirpe caviar. Al parecer se va de embajador a España, es decir, al exilio dorado, en reemplazo de otro caviar, Francisco Eguiguren Praeli. Ah, eso es vida.

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