RIESGO DE GOLPE DE ESTADO.

En primer lugar, el régimen de Humala está absolutamente descapitalizado y él ha perdido sus condiciones de caudillo, aunque fue un líder a medias, ya que no es un orador ni un agitador. Pero, los pretextos golpistas están dados. Se mantiene el edificio constitucional del fujimorismo en entredicho con las viejas tradiciones bicamerales y democráticas de nuestras cartas magnas.
El unicameralismo es un factor acelerador; por primera vez existe veinte años seguidos. Atenta contra nuestro constitucionalismo consuetudinario. Los viejos parlamentos siempre han tenido líderes. En 1931, teníamos a Manuel Seoane, a Luis Alberto Sánchez, de nuestro costado, y al frente, a eminencias como Víctor Andrés Belaúnde. En 1945, tuvimos nuevamente a Luis Alberto, diputado o a Manuel Seoane, senador. Era tal su poder que sin tener mayoría absoluta el Apra, zarandeó al antiaprismo.
Tuvieron que reaccionar los ultramontanos paralizando el Senado por el ausentismo lo que determinó el pretexto para el golpe del Estado del 27 de octubre de 1948 que entronizó por ocho años al siniestro odriísmo. Se restauró la libertad en 1956 con un grave defecto que la truncaba; las elecciones habían sido libres, pero, no se permitió la presencia de apristas en el Congreso, salvo de algunos cuantos colaboradores. Cuando el militarismo vio en 1962 que Haya podía ganar las elecciones, dio un golpe de Estado, que permitió la nulidad electoral de ese año, aunque Haya sacó, en 1963, más votos que en el anterior comicio. También terminó en un desastre.
El militarismo dio el golpe de Estado demagógico, capitaneado por Velasco. Solo se salió de eso, con la Asamblea Constituyente, presidida simbólicamente por el Jefe, quien murió al día siguiente de promulgada la Constitución. Esa Carta que era excelente, fue efímera porque Fujimori dio el golpe del 5 de abril, liquidando el sistema y convocando a una Asamblea Constituyente para deshacer la obra democrática. Es pues la nuestra una historia de golpes. ¿Tenemos, ad portas, otro? Sí.
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