miércoles, 5 de diciembre de 2012

La globalización del humor
 

El ‘humor’ es un atributo intangible que nos distingue de los seres irracionales. Es la característica que diferencia al hombre equilibrado del bárbaro. Es la particularidad de la civilización en contraposición al primitivismo de la tribu. Probablemente, la cualidad más apreciada para elegir una pareja. La única facultad que resiste al más feroz de los autoritarismos. Como afirma Caterine Galaz, ‘se usa para decir lo que no se puede decir’, por lo que en los regímenes despóticos representa la única forma de crítica y, en los democráticos, una forma sutil de reprobación disimulada con una enorme acogida y receptividad en la opinión pública; es decir, ‘una forma de desenmascarar una realidad social a través de una forma de lucha civilizada’, en palabras de la investigadora argentina Ana Flores. El humorista es una especie que, aunque venida a menos, nunca desaparecerá.
 
 Asistí al estreno de la obra teatral ‘Una noche con Groucho Marx’, escrita y dirigida por Gonzalo Benavente Secco, con la actuación de Pablo Saldarriaga, Daniel Neuman y Fernando Luque en los roles de Groucho, Chico y Harpo Marx. Extraordinaria creación que rememora a uno de los más grandes cómicos de la historia cinematográfica y que ojalá se pudiera presentar en Piura, pues suscita la risa con situaciones agudas y divertidas. Groucho Marx (1890-1977) fue uno de los cuatro humoristas más sensacionales que he apreciado. Con su inmenso mostacho, cejas pobladas, gafas de metal y su habano, practicó un humor corrosivo y anarquista en filmes inolvidables como ‘Sopa de ganso’ o ‘Una noche en la Ópera’, con un verbo pícaro e ingenioso que se tradujo en frases como ‘hay muchas cosas en la vida más importantes que el dinero, pero cuestan tanto’, ‘es mejor permanecer callado y parecer tonto que hablar y despejar la duda’, ‘encuentro la televisión muy educativa, cada vez que alguien la enciende me retiro y abro un libro’ o, ‘la diferencia entre la política y el matrimonio es que en la primera te acuestas con cualquiera’. Buster Keaton (1895-1966) el popular ‘Cara de Piedra’ de la inmortal película ‘El maquinista de la General’ y del cine mudo, fue un payaso heroico y sentimental que con su inexpresividad y situaciones generaba más de una sonrisa, y cuando intentaban una declaración respondía ‘yo no digo ni mu’. Los dos restantes fueron Charlie Chaplin y, Mario Moreno ‘Cantinflas’, del cual manifestó el primero era ‘el comediante más grande de todos los tiempos y que nunca existió uno igual’. Rescato a este póker de ases por cuanto como todos los géneros y actividades, el humor también se ha globalizado y, aunque respeto todas las formas de su expresión, ha perdido inteligencia y ganado en zafiedad y grosería. En el siglo XXI carecemos de histriones como los citados.
 
 En Piura, solo nos queda Luscor y su ‘Piajeno’. Hoy son escasos quienes recurren al intelecto para provocar hilaridad y, ello es una de las causas de brusquedad en las actitudes cotidianas. Hasta los circos, en su mayoría, se han banalizado. Cuando el ser humano pierde el sentido del humor se sobrevalora, pierde la tolerancia y recurre a la exaltación. Finalmente, reinan la chabacanería, los golpes, los insultos y las desnudeces para crear el jolgorio. Insisto en la necesidad de promover la cultura, recuperando el pensamiento. Solo de esa manera se ganará en respeto y transigencia. Cuando los políticos dejen de ser los principales cómicos y los programas de humor abandonen la chispa elemental y la reemplacen por la creatividad cultivada. El rating, en ocasiones, puede ser la medición de lo cavernario. Esperemos ver pronto la luz al final de la caverna. Especialmente entre los piuranos, siempre amables, hospitalarios y abiertos a la risa rápida y franca.

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