martes, 12 de marzo de 2013

M U N D O

La Iglesia busca al gran pontífice del siglo XXI

Cientos de periodistas y feligreses llegados de todo el mundo esperan aquí la fumata blanca que anuncie la elección del nuevo Pontífice. Desde el lunes al sábado pasados, los 115 cardenales electores y aquellos que, por ser mayores de 80 años, no podrán entrar a partir de este martes en la Capilla Sixtina, se dedicaron a definir los retos que habrá de afrontar el nuevo papa. Según lo tratado en las congregaciones generales, tendrá que ser un pontífice capaz de reformar la curia, organizar los dicasterios (ministerios) del Vaticano para hacerlos más eficaces, limpiar la podredumbre puesta al descubierto por el caso Vatileaks, impulsar el diálogo con el islam, afrontar de una manera valiente el papel de la mujer en la Iglesia y la postura oficial ante la bioética. Tantos y tan importantes retos requieren de un papa fuerte, carismático, capaz de hablar un lenguaje moderno, que sepa estar al lado de los pobres y a la vez devuelva al Vaticano su influencia perdida. ¿Italiano? ¿Tal vez norteamericano? ¿O un brasileño? “Dios ya ha decidido quién debe ser el nuevo papa. Ahora nos toca a nosotros descubrirlo”.

La frase es del cardenal nigeriano John Olorunfemi Onaiyekan, de 69 años, quien este domingo, como el resto de los 115 cardenales electores, celebró misa en una parroquia de Roma. Aunque Olorunfemi no forma parte de ninguna quiniela como posible papable, sus palabras —como las del cardenal Carlos Amigo Vallejo, arzobispo emérito de Sevilla, y las de tantos otros— fueron recogidas por el aluvión de periodistas de todo el mundo que, a la espera del cónclave, tratan de afinar los pronósticos. Al cardenal Amigo Vallejo, por ejemplo, le preguntaron si ha llegado el momento de un papa americano o africano. “Dios”, respondió el cardenal franciscano, “entiende todos los idiomas y conoce todos los colores de las caras, por lo que la procedencia no tiene importancia”. Luego añadió: “La Iglesia no debe repetir los errores, pero tampoco exagerarlos. La Iglesia no está en retirada. Tiene deseos de renovación”.

Pero la máxima atención se centró en los principales favoritos según los medios italianos: el cardenal italiano Angelo Scola, arzobispo de Milán, y el brasileño Pedro Odilo Scherer, de Sao Paulo. Según las quinielas, Scola y Scherer aglutinarían el mayor número de votos, pero sin llegar a los dos tercios necesarios para ser elegidos. De ahí que no se descarte ni mucho menos el factor estadounidense. Desde su llegada a Roma, hace una semana, han brillado de una manera especial, abriéndose como ninguno a los medios de comunicación, dejando claro su interés por conocer hasta el último detalle de la situación actual de la Iglesia. Entre ellos, los que se consideran papables son el fraile capuchino Sean O’Malley, cardenal de Boston, y el cardenal de Nueva York, Timothy Dolan. Siempre de buen humor, el cardenal O’Malley descartó cualquier posibilidad de vestirse de blanco: “Yo vuelvo a Boston”.

Hace ocho años, solo se necesitaron dos días para elegir al candidato favorito, Joseph Ratzinger, pero ahora la situación es muy distinta. La renuncia de Benedicto XVI, acosado por la vejez y sobre todo por los escándalos en el Vaticano, ha puesto un potente foco sobre la situación de la Iglesia.

Aunque todos los cardenales juraron guardar el secreto sobre el contenido de las congregaciones generales –hasta el momento se han celebrado ocho desde el pasado lunes–, lo cierto es que la prensa italiana –y en especial el diario La Stampa– ha estado publicando cada día puntual información de lo que estaba sucediendo. No se trata de cuestiones escandalosas, pero sí de indicios de por dónde van las preocupaciones de los cardenales y sus posiciones ante los debates suscitados. Y, entre todas ellas, la postura ante la pederastia. Hubo un tiempo muy largo y muy doloroso en que los abusos no fueron considerados por la Iglesia una “situación grave”, y ahora aquellos silencios, aquellas complicidades, se han presentado ad portas del cónclave.

Durante décadas, como denunció el propio Benedicto XVI en los últimos años de su papado, la Iglesia practicó el “silencio cómplice”. En vez de ponerse al lado de las víctimas, protegió a los agresores. Era la manera de actuar. Nadie en la jerarquía hizo lo contrario. Como dijo hace unos días el cardenal Theodore Edgar McCarrick, de 82 años, arzobispo emérito de Washington, “todos cometemos errores. A veces no comprendemos completamente la gravedad de ciertas situaciones…”.

Ahora, los 115 electores se tienen que asegurar de que el papa fuerte también sea un papa con un pasado impoluto. Porque, una vez elegido, tendrá que hacer frente de manera rápida y eficaz a todos aquellos retos que Benedicto XVI no se sintió con fuerzas de asumir.

Preguntas y respuestas en torno a la elección
 
¿Cuánto dura el cónclave?
 
No hay fijado ningún límite en cuanto a la duración, y los cardenales pueden deliberar todo el tiempo que sea necesario hasta que se pongan de acuerdo en quién debe ser el nuevo papa. Sin embargo, cada vez se decide más rápido. Benedicto XVI fue elegido a la cuarta votación y Juan Pablo II, a la octava. Y todos los cónclaves desde 1830 han durado 5 jornadas o menos, si exceptuamos el que eligió a Pío X en 1903 (24 días). Pío XII, por ejemplo, fue elegido el primer día, a la tercera votación, en la antesala de la II Guerra Mundial.
 

¿Cuál duró más? ¿Y el más breve?
 
El cónclave más largo de la historia fue el que dio origen al concepto. Tras la muerte de Clemente IV en 1268, los cardenales se citaron en Viterbo para elegir a su sucesor. Las deliberaciones se alargaron tanto que los vecinos decidieron racionarles la comida y después encerrarles, para que no se lo pensaran tanto. Tardaron tres años en ponerse de acuerdo y sentar en el trono de Pedro a Gregorio X. Fue este papa quien decidió en el II Concilio de Lyon de 1274 que en lo sucesivo se encerrara con llave a los cardenales hasta que decidieran. En contraste, Julio II, el cardenal Giuliano della Rovere, fue elegido en 1503 en el cónclave más corto de la historia, tras apenas 10 horas de reunión.

¿Y el país con más representantes?
 
En el cuerpo electoral que nombrará al sucesor del dimitido Benedicto XVI, la Iglesia italiana seguirá siendo la más representada, aunque ese dominio ha disminuido poco a poco. Entre los 115 cardenales que tomarán parte esta vez en las votaciones hay 28 italianos. La presencia de 11 purpurados africanos y 33 americanos (14 del norte y 19 de América Latina) era algo impensable hace un siglo. Entre los 57 cardenales que entronizaron al anterior Benedicto en 1914 había 55 europeos (33 italianos), un norteamericano y otro de América Latina. 
¿Cuántos participan?

El número de cardenales ha variado. En el cónclave de 1268 a 1271 solo participaron 18 purpurados –11 eran de territorios de la actual Italia–, y en la elección relámpago que coronó papa a Julio II en el Cinquecento, hubo 40 electores, con 24 italianos. A menos participantes, mayor dificultad de alcanzar la mayoría de dos tercios.

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