jueves, 7 de marzo de 2013

La estela del caudillo


Ramiro EscobarHugo Rafael Chávez Frías, el líder del vozarrón y la corpulencia, el presidente que ponía de vuelta y media a la ONU y a otros foros internacionales –y sobre todo a las plazas y calles–, el ‘Comandante’  imprescindible para sus seguidores, e insufrible para sus opositores, se ha ido de este mundo. Su voz no se escuchaba desde hace semanas, pero su presencia aún retumba en el mundo.

Hay que tener mala entraña y escasa visión para celebrar, o para ignorar (ojo, congresista Galarreta), la partida de un hombre controvertido, con frecuencia insoportable y abusivo, aunque a la vez inevitable. Un animal político que, con sus defectos grandes y sus pasiones sociales, sacudió la escena continental y hasta mundial. No era un personaje prescindible, en suma. Casi para nadie.

Ahora que ha partido, hay que hacerse varias preguntas esenciales. La primera es por qué Venezuela, y América Latina, alumbraron a un caudillo de este tipo, en un tiempo en el que, se supone, la institucionalidad se estaba consolidando. Chávez, en buena medida, encarnaba al hombre que patea, parcial pero afanosamente, el tablero de la democracia representativa y formal.

Lo hace preservando algunos modos democráticos mínimos y a la vez desplegando grandes programas sociales, que le llevaron a bajar la pobreza hasta niveles asombrosos (26 por ciento actualmente frente al más de 40 por ciento que encontró en 1998, al llegar al poder).

Ese cambio, que vino con el hueso de la captura de los poderes públicos, es algo que será difícil erradicar de la Venezuela actual.

Henrique Capriles lo sabe y, por eso, se ha mostrado cauteloso en las recientes elecciones y sereno en esta hora difícil. A la vez, todo el tejido continental que montó o intentó montar Chávez –Petrocaribe, la ALBA, Telesur, entre otros- , para pisar fuerte en la región, está allí, no ha sido desmontado. Y parece, en estos momentos, poco inteligente volar ese laberinto sin compasión.

Dependerá del próximo presidente, que además tendrá también un par de puntos calientes en su política exterior: las relaciones estrechísimas con Cuba y el punto de equilibrio tumultuoso con Estados Unidos.

Incluso si el chavismo continúa en el Poder, con Maduro a la cabeza, tendrá que haber algún giro estratégico en ese escenario, pues al menos los decibeles bolivarianos tenderán a bajar.

Otro factor ineludible es el petróleo. Su precio sigue alto, la caja se sigue llenando con los que produce, pero hay que comenzar a examinar si el dispendio que exhibía el gobierno chavista, con su líder original al frente, era la manera más sensata de aprovecharlo. En La Habana sentirán, por ahora, el susto, pero la política de hidrocarburos venezolana es bastante más que ese flujo caribeño.

De allí que el tiempo que se viene se presente lleno de desafíos. Se vienen elecciones y debe entrarse en una ‘transición’. Porque el chavismo, si quiere sobrevivir y no convertirse en un pálido recuerdo, tiene que propiciar un reencuentro, un mínimo consenso social y político, que rebaje la crispación en la que, con la voz desatada del caudillo al medio, se vivió en estos años turbulentos.

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