lunes, 27 de mayo de 2013

TECHO DE VIDRIO


Mirko LauerComo se ha hecho notar de inmediato, la acusación de Keiko Fujimori a este gobierno de realizar prácticas montesinistas es paradójica. Pero evidentemente no lo es para ella: el fujimorismo se desentendió de su larga relación con Vladimiro Montesinos desde el día de su caída, en el año 2000.

Sobre esa toma de distancia hay dudas. Para algunos ha sido una movida oportunista, llamada a ser revertida en la primera oportunidad. Esta vendría precisamente con la llegada de un fujimorista a la presidencia. Mientras tanto al asesor y a los asesorados les estaría yendo mejor manteniendo la distancia.
Otros consideran que se ha tratado de una genuina ruptura, y que el rebaño fujimorista ya está definitivamente fuera del redil montesinista. Este es un argumento de quienes ven en el entorno de Keiko Fujimori un intento, o al menos una posibilidad, de hacer un partido de derecha más moderna.

En todo caso, con la bonanza de acusaciones a tantos políticos en estos días, el expediente negro del pasado fujimorista se diluye un poco. Los viejos trucos de Fujimori padre siguen, pero la bancada del partido está entre las más formales y las declaraciones de la candidata se mantienen dentro de lo políticamente correcto.

Sin embargo la paradoja sigue allí. Quienes denuncian que este gobierno está empezando a hacer montesinismo, sobre todo con chuponeos o reglajes a opositores, son a la vez severos críticos del fujimorismo. Es el caso de Fernando Rospigliosi, quien ha puesto la preocupación en marcha hace unos pocos meses.

En verdad la separación entre fujimorismo y montesinismo no ha calado tanto como Fuerza Popular (el membrete elegido para el 2016) quisiera. Después de todo, son diez años de colaboración activa, y una argumentación más bien endeble. Decir que Montesinos simplemente engañó a Alberto Fujimori suena bastante melancólico.

De modo que antes de lanzar piedras bajo su tejado de vidrio, la candidata Fujimori y su partido tendrían que hacer una crítica en serio a ese decenio de prácticas montesinistas en su seno. Lo cual significaría desprenderse de buena parte de la imagen del padre; es decir, entregársela de vuelta a Montesinos.

Ello ayudaría a varios otros sectores a refrescar la idea de qué son exactamente prácticas montesinistas, más allá de chuponeo y reglaje de opositores. La lista es larga, e incluye perlas como: asesores todopoderosos, torcerle el brazo al sistema judicial, secuestrar la institucionalidad militar.

Nada de esto aparece en el programa del fujimorismo 2013. Pero el partido sigue alojando personajes que ayer aplaudieron con fuerza ese tipo de medidas y hoy no muestran mayor arrepentimiento por ellas. Sin figuras que les quitan buena parte de su peso a las acusaciones (léase buenas intenciones) de Keiko Fujimori

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