viernes, 5 de abril de 2013

SOBRE CHÁVEZ Y VENEZUELA 

A Chávez le llegó su hora. Sus cómplices temen que  la suya también. Y eso explica la opereta y la furia de las víboras. Sí,  queridos lectores: es de la famosa novela de François Mauriac  de donde tomamos prestado el nombre de estas líneas. Porque viene como  anillo al dedo a la opereta con fondo trágico que se  representa en Venezuela. No cabe duda de que el Comandante se la buscó. Pudo  conseguir el consuelo de un final digno para su turbulenta  carrera de mal militar y eficiente demagogo.

Prefirió llevar al extremo su  pasión narcisista por el mando, ceder ante sus odios y  aspirar a la pompa mundana de una apoteosis que lo semejara a Bolívar. Pero se va a quedar con los dolores del prócer, sin un ápice  de su grandeza.

Lo que hay en torno suyo, esa carrera por los restos  de la piñata que va a romperse, es lo que tiene merecido su memoria. Los que  conspiran en silencio para alzarse con trozos del poder tienen comprometida  su conciencia y justos temores por el examen de su conducta.  Porque saben que se robaron a Venezuela, que la condenaron a cien años de  abandono y que ha llegado la hora de que respondan ante la  Historia. Ese país perdió, porque se la robaron, la mayor bonanza que ha tocado a las puertas de cualquier nación latinoamericana.

Tres  millones de barriles de petróleo a cien dólares, para simplificar cuentas,  montan trescientos millones de dólares diarios, más de cien mil  millones de dólares por año. De lo que no hay ni especies náufragas. Después de 14 años de producir semejante fortuna, a  Venezuela no le ha quedado nada. Y eso era lo que tapaba Chávez con su  agresividad de "rufián de barrio" y sus maromas de populachero  de tercera categoría.

Se va con el mérito de no haber permitido que esa  pregunta se la hicieran en serio, con lo que se economizó el costo de una  respuesta imposible.

Venezuela no tiene un camino, ni un puerto, ni una  fábrica, ni un colegio ni un hospital para mostrar como resultado de esa  danza millonaria. En cambio, arruinó lo que tenía de  industria y lo que producía de comida. Y se gastó hasta el último barril de  petróleo, dejando la pesada carga de una deuda que tardará
 muchos años en pagar.


Nada de eso es enteramente atribuible a la  improvisación y a la ineptitud de un régimen comandado por un sujeto  clamorosamente incompetente. Descontado ese fardo, surge  patente que a Venezuela se la robaron y las víboras sobrevivientes no  quieren enfrentarse a la gran cuestión que alguien,  algún día, les propondrá a nombre de ese adolorido país: ¿dónde están mis  reales?.

 Los aspirantes a mandar saben todo lo que tienen que  ocultar. Y saben que no podrán hacerlo si el poder se les escapa. Un poder  judicial digno, una opinión independiente, una Fiscalía decorosa y todo volará en átomos. Lo que no es permisible ni aceptable. Las víboras  se lanzarán implacables contra cualquiera que pretenda penetrar en su nido  de maldades.

La cuestión es de supervivencia, que genera  solidaridades feroces, y odios y recelos incontenibles. Chávez era el mago  que lo tapaba todo. Muerto Chávez, como está muerto, cada uno se  preocupa por lo suyo y lo defenderá a dentelladas.  Los hermanos Castro serán los primeros.  Esa cifra que fluctúa entre cinco y diez mil  millones de dólares por año, regalo del locato de Caracas, explica que Cuba  no haya tenido que rendirse. Y queda lo que Chávez  regaló a Nicaragua y comprometió en Bolivia, en Ecuador y en Argentina. Y lo  que se alzó la boliburguesía, esa mezcla de militares  corruptos y civiles arribistas que mandan y roban en Venezuela.

Faltaría el balance del narcotráfico para medio  completar las cuentas. Esas que nadie se atreve a pedir y que todos temen  que un pueblo enfurecido llegue a demandar. No se puede  robar tanto, tan impunemente.

A Chávez le llegó su hora. Sus cómplices temen  que la suya también. Y eso explica la opereta y la furia de las  víboras.  Se avecina un período tenso, en el que, una vez más,  como hace dos siglos, se decidirá en tierra venezolana el futuro de la  libertad en toda la América Latina.

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