"Diálogos de los muertos"

El noble Cratón es obligado a arrojar por la borda los títulos de sus antepasados, su gloria personal y ni siquiera debe hablar de ello ni del sepulcro levantado en su honor, pues la sola mención de esas cosas es un peso demasiado grande para la barca. El falso filósofo es conminado a despojarse de la ignorancia y la vanidad. El orador, de la verborrea y la hinchazón del lenguaje. Solo Menipo no se desprende de sus bienes y cuando los otros pasajeros exigen que deje en tierra la sinceridad, el buen humor, la nobleza del alma y la indiferencia ante la riqueza, el poder y la muerte, el propio Caronte lo autoriza a conservarlos calificándolos de "ligeros, fáciles de transportar y útiles para la travesía".
Lo anterior, pese a las apariencias, es en realidad un discurso político de pica, odio, venganza y despecho de los intelectuales contra los afortunados. Desde siempre, los intelectuales se han creído los mejores representantes de la sociedad; pero como no sabían labrar la tierra, ni dominaban el arte de la espada y del comercio, tuvieron que convertirse en mendigos ilustrados, alimentándose de las migajas de hombres como el noble Cratón. Esta enojosa realidad de ayer y de ahora, es lo que convierte a los intelectuales en simpatizantes de todo lo que tienda a subvertir la sociedad. Por esto no entienden de realidades, y cuando de vez en cuando salen de su burbuja, como esa amiga de Susana Villarán, se sorprenden de esos "cholos ricos horrorosos" que los ofenden con su éxito.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario