jueves, 25 de abril de 2013

O P I N I Ó N

Mi amistad con Armando Villanueva

Conocí a Armando en 1955 año en que ingresó clandestinamente al Perú; yo tenía veinticuatro años y él cuarenta. Nos reuníamos en el refugio de Ramiro Prialé, llegado furtivamente semanas atrás. Entendíamos que apoyar a Lavalle era un error. Decidimos pasar a la acción. Se me encargó a mí ir a la Plazuela de la Constitución del Callao, donde el 26 de enero 1956, Pedro Roselló, líder de la derecha antiaprista, expresada en el partido Coalición Nacional, aspiraba a suceder a Odría sin legalizar al aprismo. Pragmatismo reaccionario. Eran las siete de la tarde y estaban en la tribuna Roselló, Mahoma Diez Canseco, Manongo Mujica, y otras personalidades antiapristas, aunque Manongo era el más permeable e intelectualizado.

Yo con un puñado de compañeros (Silva, Martínez Merizalde, etc.) vociferábamos desde abajo. Ante mis interrupciones Roselló, quien me conocía desde un mitin celebrado en Ica días atrás, me exhortó diciendo: “Señor Valle-Riestra no solo es anti-democrático quien promulga leyes de excepción, sino quien va a los mítines adversarios a perturbarlos. Si tiene usted algo que decir trepe a la tribuna”. Creyó que yo no subiría. Se equivocó. Subí. Empecé mi discurso saludando a los compañeros presentes. Los organizadores protestaban alegando “apristas ¡no!”. Pedí legalidad para el Apra y otros partidos y derogatoria de la ley de seguridad. Bajé del estrado y para sorpresa mía los cientos de asistentes se marcharon conmigo.

Al día siguiente fue la noticia de la prensa. Fui a encontrar a Armando, me felicito muchísimo y me dijo “ahora yo voy a Trujillo”. Efectivamente se apersonó días después en la plaza mayor de esa ciudad e interrumpió a Roselló, hombre de la ultraderecha de Pedro Beltrán. Las masas también se marcharon con Villanueva dejando en la orfandad más absoluta al orador. Claro, habían tenido el sacrilegio de creer que podían profanar el alma aprista del Sólido Norte. Desde esa fecha fuimos muy cordiales amigos y nuestras discrepancias eran tácticas, yo por mi juventud creía en un izquierdismo radical, frentista. Armando, no.

Vino años después la campaña presidencial de 1980; sus dos brazos fuimos García y yo. Perdimos. Muchos incriminamos el revés a la posición termocefálica que expusiéramos Alan y yo. Más tarde desde 1980 –porque él no quiso participar en la Constituyente- estuve a su lado y lo apoyé en sus presidencias del senado y diputados. Me quedará siempre la nostalgia de nuestra amistad.
 

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