martes, 19 de febrero de 2013

M U N D O

Efecto y significado de la renuncia papal

 
 
El texto de Benedicto XVI hace alusión a la carencia de fuerzas físicas y morales para enfrentar las inmensas responsabilidades que lleva consigo el ser timonel de la barca de San Pedro.
 

Lo primero es evidente, el Papa es octogenario y a esa edad las fuerzas físicas decaen de modo inevitable y es claro que el actual Pontífice no quiso seguir en el cargo del mismo modo que su antecesor, quien estando muy enfermo generó una semiparálisis en la cúpula de la Iglesia y logró que algunos curiales intrigantes tomaran decisiones en nombre, supuestamente, del Papa.
 
Que un pontífice se retire debido a los efectos de la ancianidad es algo completamente natural en una época en que la vida se prolonga gracias a las mejoras alimenticias y a la medicina moderna. Por esto es que la Iglesia ha determinado que los obispos y cardenales se retiren a los 80 años, de modo que ese mismo razonamiento puede aplicarse a los papas.
 
Ahora bien, el Papa ha aludido también a cuestiones no físicas, sino morales y psicológicas. A partir de este hecho es que la mayor parte de los analistas ha interpretado que a Benedicto XVI le ha faltado la energía, dada su situación física, como para iniciar un duro enfrentamiento con amplios sectores de la alta burocracia de la curia romana que han venido poniendo trabas a los intentos del Pontífice de hacer una limpieza en el grupo que toma decisiones en los asuntos financieros del Vaticano.
 
Recordemos que el secretario de Estado destituyó al banquero de confianza papal, a quien se le encargó dirigir una operación de limpieza.
 
El otro asunto es el gravísimo escándalo de los sacerdotes y religiosos acusados de pederastas. Todo parece indicar que Benedicto XVI tuvo una actitud mucho más decidida que su predecesor para enfrentar esa lacra.
 
Lo más notorio fue el caso Maciel, cuando el Papa decidió expulsar al líder del grupo ultra-conservador mexicano Legionarios de Cristo, quien en teoría defendía la castidad, pero en la realidad practicaba depravaciones.
 
Benedicto XVI es un conservador que pasó del progresismo, en los días conciliares, a la defensa de posturas, ideas y actitudes conservadoras como el defensor de la ortodoxia en los tiempos de Juan Pablo II.
 
Sin embargo, es un conservador ilustrado, muy culto y reflexivo, profesor de teología y con una solidez conceptual propia de un intelectual alemán.
 
Pero una cosa es ser conservador y otra muy distinta es ser parte de situaciones graves y contrarias a los principios cristianos de las cuales, evidentemente, no ha querido ser cómplice el Pontífice romano.
 
En consecuencia, lo que le quedaba al Papa era enfrentar a ese grupo de lobos disfrazados de corderos y reemplazarlos por personas dignas de su confianza.
 
Para esta lucha es que, al parecer, no tuvo energías Benedicto XVI y prefirió el retiro confiando en que un nuevo papa, más joven y enérgico, pueda culminar esa tarea por el bien de la Iglesia.

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