martes, 26 de febrero de 2013

LA TRIBUNA

La historia en catalepsia

Imagen de Javier Valle RiestraVíctor Raúl se adelantó una centuria a los grandes temas de nuestra época. Sostuvo la teoría de los partidos multiclasistas; el imperialismo no como última etapa del capitalismo (Lenin) sino la primera para los pueblos infradesarrollados; es decir que no tuvo la equivoca concepción del marxismo – leninismo que lo consideraba en su etapa final; condenó al comunismo como la explotación del hombre por el Estado y afirmó que el Apra era la negación dialéctica del marxismo. Llegó a decir en 1945: “El marxismo dice que el motor de la historia es la lucha de clases; ¿cómo los apristas sostenemos la alianza de clases?, ¿quiere decir entonces que se ha paralizado la historia, que ha llegado a su fin?”.

Esa fue la polémica iniciada por Francis Fukuyama, autor de “El fin de  la historia y el último hombre”. Sostuvo que la democracia liberal constituye punto final de la evolución ideológica de la humanidad, la forma final de gobierno que marcaría el fin de la historia. La globalización significaba el fin de las luchas partidarias, el crepúsculo de las ideologías, el fin de los conflictos interestatales. Pero después del atentado contra las Torres Gemelas, George Will afirmaba que la historia había regresado de vacaciones y Fareed Zakaria anunciaba el fin del fin de la historia. 

Víctor Raúl concibió el mundo del futuro como un conflicto de culturas y eso es lo que vivimos hoy en el encuentro entre el capitalismo democrático y el islamismo retrógrado e integrista. El Islam es entre todos los sistemas culturales contemporáneos el que cuenta con las más débiles democracias y no registra ninguna nación que haya pasado del estatuto de país de tercer mundo al de país del primero, como Corea y Singapur. El islamismo representa un complejo de inferioridad y de fanatismo que multiplicará sus hazañas terroristas en el futuro. La historia como sucesión de acontecimientos continuará pero no será la lucha de clases ni la guerra su motor. Contemporáneamente, no hemos tenido exactamente una guerra con Afganistán porque ese territorio no tenía un Estado. Pero se han enfrentado una concepción futurista y liberal con unos fanáticos refugiados en covachas.

La historia no ha muerto y no debemos adelantarnos a sus exequias. Faltan algunas revoluciones, algunos golpes de Estado, algunos conflictos regionales, algunas expediciones antiterroristas. La Historia solamente se halla en estado cataléptico. 

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