jueves, 31 de enero de 2013

O P I N I Ó N

LA FALSA AGONÍA

 
César LévanoKenji Fujimori asegura que su padre, el exdictador, debe ser indultado porque se puede morir en cualquier momento. No veo muy clara esa lógica. Si al enfermo lo amenaza una muerte súbita, como expresa Kenji, esto ocurrirá esté preso o en la calle. El indulto no es santo remedio.

 
El problema de fondo es que Alberto Fujimori no quiere ser evaluado por la junta médica nombrada por la Comisión de Gracias Presidenciales. El expresidente exige que los médicos que lo tratan en el Instituto del Cáncer, y que le son cercanos, participen también de la evaluación. Se refiere al oncólogo y al siquiatra del Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas. También pide que lo evalúe el médico de la cárcel que lo atiende desde hace cinco años.

El hombre que violó la Constitución y las leyes mediante un golpe militar quiere imponer sus médicos. El jurista Carlos Rivera ha dictaminado: “Nunca se ha visto que un condenado imponga a los médicos que lo van a evaluar”.

Alberto
Fujimori está preso por decisión judicial, tras debido proceso ejemplarmente cumplido. Fue encontrado culpable de horrendos crímenes de lesa humanidad. Se probó su autoría intelectual en el asesinato de estudiantes de La Cantuta, estudiantes que no eran senderistas, y en la matanza de Barrios Altos, que inmoló a inocentes que los agentes de Fujimori habían señalado erróneamente, torpemente, como terroristas. El entonces mandón Fujimori no tuvo ninguna compasión por las víctimas. Algo más: indultó a los victimarios.

No es, pues, un pobre preso enfermo el que busca el indulto. Si ese individuo, al que no le tembló el pulso para ordenar esas masacres, fuera indultado, una ola de cólera se levantaría en el país y en el exterior.

El exdictador goza, por lo demás, de una prisión dorada, que es en realidad una amplia casa de campo, en la cual recibe las visitas más numerosas y cariñosas. Ningún reo ha gozado nunca en nuestra historia con tales gollerías.

La familia
Fujimori, el poder mediático y los poderosos intereses económicos que medraron bajo Fujimori quieren presentar la imagen de una víctima, de un pobre preso, viejo y enfermo, a punto de expirar. Pero el hecho de que el preso se niegue a la evaluación legal revela una voluntad férrea que no es la de un moribundo tembleque y amenazado.

No se puede olvidar que los hijos de
Fujimori, quienes con tanto empeño buscan el indulto de su padre, fueron beneficiarios del enriquecimiento ilícito de este.

En el fondo, la oposición de
Fujimori a la evaluación médica legal abre paso a una decisión definitiva: el archivamiento de la solicitud de indulto presentada por los Fujimori.
 
 

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