lunes, 28 de octubre de 2013

¿EN QUE MOMENTO SE JODIÓ LA POLÍTICA EN EL PERÚ?


Quizá la respuesta a esa extensión de la pregunta célebre de Zavalita sea que siempre lo estuvo, si uno piensa que quien la hizo, hace más de medio siglo, madrugaba cansado, saliendo de trabajar en las policiales de La Crónica, mirando esa desigual avenida Tacna con que, en los 50, odriístas querían ‘manhattizar’ Lima, y mirando La Colmena, que Piérola, medio siglo antes, quiso ‘aparisar’.
 
Pregunta valdelomariana en que subyace que Lima fuese el Perú (siendo Valdelomar pisqueño; y Vargas Llosa, arequipeño), y hecha en esa novela (“Conversación en la Catedral”) durante un gobierno corrupto emergido de un golpe militar a uno legítimo pero frustrado. Golpe militar que otro escritor notable, Martín Adán, desde sus refugios de ermitaño alcoholizado, sintetizara como “volvimos a la normalidad”. Se podría ver así de grisáceo todo.
 
Pero yo recuerdo algo mejor, siendo chico, a la política que siguió una vez que se acabó ese régimen que algunos tristemente reivindican, confundiendo bonanza exportadora con gobierno aceptable. Uno recuerda líderes, paradigmas de distintas posiciones, debates sustanciosos desde posiciones convencidas. 
 
Y me tocó, siendo niño, ver a mi tío abuelo Jorge Basadre de ministro de Educación, cuando Prado. Quien, pese a su estilo a veces versallesco y rimbombante, tuvo de canciller a Porras y de ministros a algunos líderes y figuras interesantes (Arca Parró, Pinilla, Beltrán…), aunque es verdad también que Basadre renunció y que a Porras lo renunciaron. Pero ya desde entonces, en la oposición, en el gobierno y en la escena pública, hubo talentos (Cornejo Chávez o Polar y después Bedoya, y más tarde otra serie de figuras como Ramírez del Villar, Alayza o Javier de Belaunde entre los demócratas cristianos, después, en su mayoría, pepecistas). Y en el APRA, Seoane y Sánchez, cuando menos, además de la figura esforzada y limpia de Prialé. O personajes como el socialista Luciano Castillo. Y ya para las elecciones al final de Prado, Fernando Belaunde significó una verdadera renovación generacional, con aportes del mundo universitario y de los liderazgos de provincia, como Acurio por el Cusco o Alva por Cajamarca, además de sus seguidores directos como Orrego y Doig o Ulloa, entre muchos. Y dirigiendo el periodismo también, con figuras como Doris Gibson, notable en su libertad personal, y el legendario Luis Miró Quesada, quien pese a sus odios al APRA, era un símbolo de oficio periodístico, acompañado por figuras como sus primos Aurelio o Racso. Y esta lista es mínima e insuficiente, apenas indicativa.
 
La política era un debate, no un insultadero ni un charco.
 
Se debatía visiones del país, de la economía, de las ideas, de los modelos, de los valores, de los principios que deberían prevalecer. Y aunque no dudo que quedasen remanentes de gamonalismo y cacicazgos en un país aún fuertemente rural y analfabeto, donde las mujeres apenas aparecían (creo que Belaunde fue el primero en alentar su presencia) y donde el mejor escritorio para un diputado provinciano era el colectivo a Lima, mal que mal los políticos eran referentes del país, gente elegida porque y para que representase a cada uno de sus múltiples escenarios. Y por eso, entre otras razones, los expresidentes eran íconos. Bustamante primero, Belaunde después. Mucho más tarde ‘Frejolito’ Barrantes fue otro.
 
Contra eso, ver hoy cómo, por ejemplo, los tres expresidentes vivos andan acusados de confusos menjunjes, apena. Con diferencias, claro. Y se gana el Óscar, sin duda y con patetismo televisivo del tipo Laura Bozzo, Fujimori, midiéndose la presión cada 15 minutos y con los alegatos mamotréticos de ese abogado nuevo cuya retórica es la misma del Chino, Chino, Chino. Para no hablar de jueces, exjueces y fiscales.
 
¿Qué hemos hecho los peruanos para merecer esto?
 
Merecemos más. Y mejor.
 
Y uno se pregunta qué han comido, o con qué se han atragantado los políticos, algunos curtidos, para creer que en el Perú de hoy estas parodias pueden pasar piola. No.
 
Hay regresos, además, en nuestros políticos a ideologías tontas y envejecidas, intolerancias estridentes, discursos desfasados, oportunismos electoreros, deslealtades flagrantes, ambiciones personales que se transparentan, exhibicionismo diario en pantallas y radios. Son caricaturas involuntarias, parodias e imitaciones de ellos mismos (hoy “Los chistosos” y otros mejoran a sus imitados).
 
Quizá esa casi bíblica boa o víbora descomunal (no está claro) brasileña (hay foto en internet) que se comió a un diputado mientras contaba billetes podría darse una vuelta por estas tierras, aunque algunos creen que no resistiría una indigestión de nuestra gastronomía análoga.
 
En todo caso, se necesita liderazgos, y sobran cacicazgos indigeribles.
 
Deberían saber los políticos, en su mayoría, que los peruanos tenemos paladar e inteligencia. Y, en todo caso, queda por responderse esa pregunta que abre esta nota. Mi respuesta sería que el peor momento fue hace no mucho, cuando la prensa chicha de Fujimori y Montesinos. Quizá por eso ese tensiómetro bamba marca mucho. Tiene razon .

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