martes, 29 de octubre de 2013

CRECIMIENTO VS INCLUSIÓN.
 
No hay –a mi modo de ver– confrontación entre estos dos conceptos, pero sí una relación de dependencia: con  crecimiento hay necesariamente inclusión. Con inclusión solamente no está garantizado nada ni siquiera el resultado duradero del esfuerzo realizado para incluir.
 
Para probarlo hay que mirar al mundo con simpleza.  Los países que decidieron crecer, como más recientemente los del Asia pujante y laboriosa, lograron incluir y hoy son ejemplo de mejora sensible de la calidad de vida de sus habitantes en pocas décadas. Los que pretendieron incluir y recusaban el crecimiento por excluyente  per se, como los socialistas tradicionales, terminaron colapsando con una economía de dádivas y subsidios.
 
Es verdaderamente escandalosa la desi-gualdad en el Perú. Pero para hacerle frente sólo hay una fórmula que se ha aplicado con éxito en realidades similares: no le des un pescado a los excluidos sino enséñales a pescar. Es decir, dales servicios básicos –educación, salud, en un marco de crecimiento sostenido y emprendimiento– que ellos, sanos y educados, se encargarán del resto. Lo demás es retórica, sensiblería y finalmente la más indignante exclusión porque se hace en nombre de la igualdad y de la justicia social.
 
Los países del Asia, con China a la cabeza, crecen a pasos agigantados. Y ello va generando oportunidades que son las que sacan de la pobreza y mejoran  la calidad de vida. Quién hubiera podido imaginar, por ejemplo, que en la China de hoy un programa televisivo que supere el 1 por ciento de rating es un tremendo éxito. El programa La Voz que se puede ver hoy en el Perú tiene en China 4 por ciento de rating y es toda una locura.
 
Por cierto que los programas sociales son necesarios pero más lo es el crecimiento con estabilidad y promoción de inversiones, porque sólo éste hace posible que los recipiendarios de tales programas se vayan realmente empoderando –no de derechos que no pueden ejercer– sino de las capacidades y oportunidades pertinentes para salir de la pobreza. Sólo en esa óptica los programas sociales tienen un lugar y una perspectiva. La “suprema felicidad del pueblo” no es un asunto que se decide en la cúpula de un gobierno, sino en la base social, con  servicios básicos y oportunidades para todos.
 

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