miércoles, 19 de marzo de 2014

La Tribuna

Golpean la puerta
 
Sostengo reiteradamente que la arquitectura constitucional del Perú es apócrifa. Es fruto histórico de un golpe de Estado. Por eso me pregunto, ¿por qué surgen las revoluciones? No son la voluntad de un hombre. La revolución francesa no fue decisión de Voltaire, Diderot, Montesquieau o Rousseau; la rusa no fue obra de Lenin, ni la cubana decisión de Fidel Castro. Son circunstancias históricas que se confabulan con la infraestructura social y económica. Ninguno de esos grandes jerarcas habría podido actuar si los cimientos de la sociedad no estuvieran predispuestos.
 
Ni Francia, ni Rusia, ni Cuba, se hallaban en la miseria. Sin embargo, protagonizaron las sísmicas convulsiones que conocemos. Bajando de categoría, vengamos al Perú. ¿Por qué se produjo la revolución sanchezcerrista del 22 de agosto de 1930? Leguía pese a sus infracciones constitucionales, era un hombre popular. La situación económica, pese a la crisis mundial, no era pésima.
 
El tema constitucional evidentemente había afectado la fisonomía legal del régimen. Se reeligió don Augusto en 1923 y en 1927 culminando así tres periodos aunque ya había tenido uno antes, de 1908 a 1912. Leguía hizo entrar al Perú en el siglo XX. Era un hombre moderno. Había vivido muchos años en Inglaterra y quiso modernizar al Perú como lo demuestra la magnífica biografía preparada por Carlos Alzamora.
 
¿A qué viene esto? Quiero probar mi temor de estar viviendo en una república condenada a una revolución social. Los poderes del Estado están en quiebra. El poder judicial es un ente sometido a los dictados palaciegos y políticos. El parlamento es un ser trunco, unicameral, rompiendo una tradición bicameral de ciento cincuenta años. El Tribunal Constitucional, novísima institución, pero impregnada de todos los males del ayer. Carece de autonomía y su propia sobrevivencia le quita legitimidad porque sus mandatos están vencidos con solo una excepción. Se habla de riqueza en el Perú, pero las masas están hambreadas. Parlamentarios con prestigio se les puede contar digitalmente: García Belaunde, Mulder, Velásquez Quesquén y dos o tres más. O sea que no hay autoridad lideresca ante el país.
 
Estamos redactando subliminalmente el manifiesto revolucionario. Ya lo leo: el día de ayer se sublevaron las guarniciones juntamente con las universidades e impusieron una junta de trabajadores manuales e intelectuales. Piensan reconstruir el país siguiendo viejas esencias democráticas. Ojalá no acontezca.

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