viernes, 7 de marzo de 2014

A C T U A L I D A D

Lea “De vuelta a la normalidad”, la columna de Alberto Massa


Lea “De vuelta a la normalidad”, la columna de Alberto MassaEvidentemente somos un país corrupto, podrido hasta los huesos. Las palabras de don Manuel González Prada encajan perfectamente en nuestra idiosincrasia, representada, en esta oportunidad, por el congresista Julio Gagó Pérez, de las filas de Fuerza Popular.
 
Desde su tumba don Manuel nos sigue recordando que el Perú es aquel territorio donde se hunde el dedo, en la parte que fuere, y brota a borbotones la pus.
 
Prometo releer “Pájinas libres” y “Horas de lucha” para insuflarme de fuerza suficiente para enfrentar a la computadora y cargar baterías para enfilar proas contra quienes atenten a nuestra dignidad y pugnen por enriquecerse a costa del país, en flagrante violación de nuestras normas.
 
El congresista comprometió a Keiko Fujimori, jefa de su partido político, quien inicialmente mostró el arrojo de expresar su confianza en el parlamentario y no por razones de complicidad, como dicen los malhablados, pues ella tiene las reservas suficientes para terminar sus días en paz, sino por un exceso de candor que no debe existir en quien aspira a ser presidente de la República.
 
Gagó ha elevado el cinismo a la enésima potencia, en anterior oportunidad se salvo de la hoguera, por la falta de muñeca del presidente de la Comisión de Ética, a cuyos miembros el congresista, quien fue llevado por el mismo caso, dejó como candelejones, desde el momento en que no le encontraron responsabilidad.
 
La empresa Copy Depot fue separada de un grupo de pequeñas empresas del congresista y se le asignó domicilio, vendedores y directivos diferentes, con la finalidad de venderle al Estado sin colisionar con la incompatibilidad que la ley prevé para los congresistas. Sin embargo, al congresista Gagó lo ganaba el deseo de exhibirse ante sus subordinados y demostrarles que tenía la astucia de “Adolfo Chuiman”, cuando era “papá”, y los poderes de Superman. Para pasarle franela a su propio ego, reunía al personal a su cargo y les explicaba paso a paso cómo iba a burlar al Perú.
 
Creyó que todos los servidores a su cargo le merecían la gratitud que él esperaba; había uno o más que tenía guardado en el bolsillo una grabadora de alta definición que repitió al detalle cada una de sus bufonadas.
 
Una de ellas dice literalmente lo que sigue: “Hay 130 congresistas, 100 de ellos hacen lo mismo que yo”. Con eso ayudó a su entierro, pero no fue lo único, dice en voz alta que Perico de los Palotes es el único vendedor en capacidad de acercarse a las entidades estatales, como en efecto lo fue, pero el informante hace notar que este caballero tiene, en clave, el mismo código de vendedor que le corresponde en la empresa JAAM S.A.
 
Cecilia Tait, cuando se refería a Cenaida Uribe, hizo recordar que “ella también fue congresista del oficialismo, y también quiso progresar y asegurar su porvenir, pero no a costa de su pueblo”. Cecilia Tait sigue siendo congresista y a juzgar por lo que dijo en esa oportunidad y lo que acaba de decir Gagó, significaría que el Congreso viene a ser como los yacimientos de minería informal, capaces de enriquecer a sus miembros.
 
Entre el excongresista Urtecho y el actual congresista Gagó existen diferencias insalvables. Urtecho solo merece el purgatorio por su permanente condición de parapléjico. El otro, con más capacidades, “merece mayores recompensas”.
 
Para no acabar con el privilegiado mundo de la política, el congresista Bruce ha denunciado a su colega Carmen Omonte, actual ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, de utilizar testaferros para obtener concesiones mineras.
 
Carmen Omonte, después de la denuncia, sacó a relucir la respuesta a una consulta legal suya, de un reputado bufete, que le permite ejercer el cargo de ministra y señala que Carlos Bruce ha sido director de dos empresas de su exesposo.
 
Ambas circunstancias le permiten, al menos ante este columnista, que pueda seguir ejerciendo la cartera que se le ha encomendado. Hay que contrastar los argumentos de quienes la atacan, incluyendo ciertamente al APRA, y de quienes le absolvieron la consulta.
 
No creo que el celo patriótico de Carlos Bruce esté alimentado por dejar los directorios del exesposo de la denunciada.
 
Omonte es la primera congresista que no ha negado las acusaciones, se ha quedado sorprendida porque percibe mala fe en ellas, y dio de inmediato las explicaciones pertinentes.
 
Creí escuchar en la denuncia de Bruce un tono de irritación, pero me ha parecido estupendo que las infracciones contra el Estado produzcan legítima violencia.

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