jueves, 6 de marzo de 2014


HISTORIA DE BUENOS SAMARITANOS.

Hace más de 2,000 años, Jesús de Nazaret para mostrar cómo debemos conducirnos con nuestro prójimo sin considerar su nacionalidad o cualquier otra diferencia narró la parábola del Buen Samaritano en la que un hombre de Samaria, considerada rival de Judá, se compadece de un judío malherido.

El samaritano cura y venda las heridas de la víctima, lo lleva a un mesón para que recupere su salud y paga al mesonero los gastos que significaban esta atención.

La parábola es un modelo que, junto a la fábula o el ensayo, pertenece al género didáctico moral que busca darnos una enseñanza de carácter ético.

Recientemente, hemos recibido a través no de una parábola, sino de una historia de vida, una valiosísima enseñanza que debe inspirar el actuar que debemos tener con nuestros semejantes, con nuestros vecinos, con nuestros próximos, diferentes, pero iguales a nosotros y a nosotras como personas.

Esta historia de vida se inicia el 1 de febrero, cuando un grupo de pescadores partió del puerto de Chimbote en una lancha denominada “Bendición de Dios III” y después haber capturado en alta mar 13 toneladas de pescado, registraron una situación de emergencia que amenazaba hacerlos zozobrar.

Al día siguiente se alegraron al ver acercarse a su embarcación a la lancha “Milagrosa Cruz” que venía del puerto trujillano de Salaverry, pero los tripulantes de esta nave, en vez de remolcarlos a un muelle seguro, los asaltaron y les robaron todo el combustible que tenían y los abandonaron a su suerte.

Asimismo, los pescadores relataron que, pese a que ellos prendieron fuego y gritaron para que un guardacostas de Chimbote, que pasaba a tres millas donde estaban, los auxiliara éste no les hizo caso.

Tras una serie de peripecias y cuando creían que morirían irremediablemente, el día 23 de febrero los tripulantes de un barco atunero ecuatoriano al verlos en ese estado los rescataron, les brindaron los primeros auxilios y los llevaron hasta 150 millas del puerto de Paita donde estaba una lancha con personal de capitanía de la zona.

Isaac Felipe Sandoval Valdera, uno de los pescadores rescatados, manifestó: “Si no llegaba el barco ecuatoriano, en media hora moríamos todos. Por eso estamos agradecidos con ellos, que son de otro país”.

Una vez más, como decía José Carlos Mariátegui, la realidad supera a la ficción y nos dice que la esperanza de que la solidaridad no ha muerto se mantiene encendida en todos los rincones donde habita el ser humano.

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