sábado, 15 de marzo de 2014


La mujer en el poder

Estamos hoy empeñados en discutir la posibilidad presidencial de Nadine y de cualquier mujer. Se ha escrito, por Ricardo Uceda, un magnífico artículo titulado: “¿Es posible fiscalizar a Nadine? Se dice allí que el Ministerio Público está ante uno de sus mayores retos: una investigación a ella por supuesta usurpación de funciones. Alega que no debería sorprender que el Ministerio Público inicie una pesquisa por dicho delito. 

El cargo es cuando en el sector público alguien se atribuye poderes que no tiene. Pero, esa posición es insostenible porque Nadine Heredia no ejercita ninguna atribución estatal ni oficial. Es una lideresa nata y eso le da semántica pública.

Aquí la infracción estaría en perseguirla y no en no-perseguirla. Todo esto trae a mi memoria el caso de doña Francisca Zubiaga y Bernales, la cusqueña, hija de un comerciante español que casara con el mariscal Gamarra y lo acompañara durante su mandato presidencial. Gamarra había depuesto en 1829 al presidente La Mar. Era una señora de armas tomar. En 1831, Gamarra dejó en el poder al vicepresidente La Fuente. Este se conjura contra el jefe de Estado y procura no enviarle refuerzos militares, para así convocar a un congreso que lo haga presidente.

La Mariscala (que así se le denominaba a esta señora), como recuerda Basadre, abre las cartas que traen los postillones de provincias; seduce a los oficiales, azuza periodistas y espías y finalmente lanza a las calles a una poblada chusca que busca al subversivo La Fuente en su casa y lo hace huir por los techos, para terminar peticionando asilo en un buque norteamericano. Pero, lo interesante es que la mariscala, sable en mano, persiguió por los techos de la capital al subversivo.

Flora Tristán ha hecho de ella un retrato inmortal en su libro “Peregrinaciones de una paria”. Todo en ella delataba a una mujer excepcional. Tendría treinta y dos años; era de mediana talla y fuertemente constituida a pesar de haber sido muy delgada; su figura no era en verdad bella, pero, juzgando por el efecto que producía en todo el mundo sobrepasaba la mejor belleza, dice Basadre. Ffrancisca moriría prematuramente atendida en el exilio por su viejo enemigo La Fuente, el de la campaña de los techos. Falleció como dije, treintona, dentro de una pobreza espeluznante, en Valparaiso, el siete de mayo de 1835. Pereció de la tristeza de no mandar.

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