miércoles, 17 de octubre de 2012


Estado vs. privado: Esa falsa dicotomía
 
 
Armando MendozaAlgunas semanas atrás, en esta misma columna, comentaba sobre los elementos con los que se construye la competitividad de un país; y de cómo, en el caso del Perú, pese a los avances alcanzados, aún queda mucho por hacer antes de que podamos decir que somos un país que ha desarrollado plenamente sus ventajas comparativas y puede intervenir sin dar ventajas en la economía global; tan compleja como competitiva.
 
Y es que en este tema de la competitividad, hay una multitud de elementos que considerar, muchos de los cuales vienen “dados”, en la medida que su existencia no depende de una decisión o política de Estado; tales como la abundancia de recursos naturales, un cLima benigno, o una ubicación geográfica privilegiada. Y de dichos factores, el Perú cuenta con abundancia respecto a otros países.

Pero también existe otro tipo de factores que contribuyen a la competitividad de un país, y que si son producto de planes y políticas de estado aplicadas con coherencia y perseverancia: una mano de obra con alta productividad, una red adecuada de infraestructura pública, una matriz energética sostenible y diversificada, no se crean por arte de magia, ni de la noche a la mañana, sino que requieren tiempo, esfuerzos y recursos.

Ello también exige el desarrollar un modelo de desarrollo económico coherente, que; entre otros temas clave; conjugue y armonice las acciones del sector público y del sector privado. Las viejas dicotomías de los años 90, que enfrentaban al Estado y al privado, y que consideraban que un país para ser competitivo tenía que tener un Estado atomizado y raquítico, han sido superadas por la realidad, reivindicándose el papel que el sector público juega en promover el crecimiento de la economía. Muestra de ello, es la creciente presencia y peso de empresas estatales y paraestatales que contribuyen al desarrollo económico y social en una multitud de países.

Así también, se reconoce el valor de las asociaciones público-privadas, y mientras que en el pasado la empresa privada y la pública se veían de reojo con desconfianza y como potenciales antagonistas, hoy se ven como lo que son: socios estratégicos, con interés comunes sobre los cuales construir puentes y generar beneficios mutuos.

En el
Perú estamos aún en pañales en el desarrollo de las alianzas entre Estado y sector privado, siendo que hay una multitud de áreas donde se pueden combinar y complementar recursos y capacidades: esquemas de obras por impuestos, joint ventures, trasferencia de tecnología, programas de capacitación laboral, fortalecimiento de la Educación y la salud, etc. Pero para aprovechar estas oportunidades necesitamos construir una mentalidad abierta y libre de prejuicios ideológicos, pues solo así podremos como país ser plenos partícipes y beneficiarios de la globalización.
 
 

Las huelgas duras

 
Raúl WienerLa crisis política del gobierno Humala tiene su punto de partida en el conflicto por la redistribución de los frutos del crecimiento económico y en los impactos ambientales y sociales de esa misma expansión de la economía. Las huelgas de los maestros y médicos han tenido sin embargo un componente adicional: su extrema dureza, que los aleja de experiencias previas en las que los dirigentes transaban después de una primera medición de fuerzas y se cogían de las concesiones que podían arrancar con la presión inicial. Lo de Conga y Espinar, a su manera, es parecido, ya que aquí también los conflictos han sido largos y duros y no se han aplacado con las ofertas de solución parcial. En Cajamarca, en particular, sorprende que se mantenga incólume la bandera de que el gobierno firme que nunca habrá Conga y la oposición directa a la construcción de los reservorios, que en otras circunstancias conducirían a un callejón sin salida.
 
Visto en perspectiva se puede decir que la gente está expresando un cansancio por muchos años de postergaciones (prácticamente toda la década de los 2000), una conciencia de que hay un reparto que favorece a otros y no a ellos, y una experiencia de acuerdos anteriores que resultaron en compromisos incumplidos que están en la memoria de los trabajadores y la población. Pero hay algo definitivamente nuevo que es el resentimiento con Ollanta, esa sensación picante de que dieron lo suyo para que el comandante llegara a la presidencia y fuera un aliado desde el poder para alcanzar una mejora más o menos inmediata, y que luego fueron echados a un lado, mientras se construían las nuevas alianzas con las que hoy se dirige al país.

En el proyecto de mantener el crecimiento y el ambiente de las inversiones, mientras se despliegan programas sociales focalizados en zonas de pobreza crítica, no hay un lugar claro para los grandes contingentes profesionales y laborales que son remunerados por el Estado, ni hay tampoco un replanteamiento de los proyectos extractivos que están por empezar para que tomen en cuenta el punto de vista de las comunidades y de las regiones. Está en el diseño mismo del esquema de gobierno de
Ollanta Humala el aceptar los compromisos ya firmados con la gran inversión como inmodificables y solicitarles fondos adicionales para la ayuda social. Los conflictos duros son una respuesta de los sectores que aparecen no considerados en ese planteamiento. La combinación más explosiva que se tiene actualmente a la vista es la de la cólera y la frustración por La Victoria burlada y la ausencia de conceptos claros en el gobierno sobre cómo responder a las demandas laborales, sociales y ambientales, en la lógica que se estableció para el ejercicio del poder.

El gobierno de Humala ensayó entre el 28 de julio y el 10 de diciembre del 2011, las posibilidades de un diálogo y compromisos con los protagonistas de los conflictos que empezaban a insinuarse; alguien sin embargo quiso hacer volar esta opción y poner otro orden de prioridades. Ese fue el significado de “Conga va” y del nacimiento del gabinete Valdés, que representaba la mano dura, que dispara primero y negocia después sobre algunos muertos. Ahora el gabinete Jiménez expresa el agotamiento de alternativas en el gobierno. Ni el camino de Lerner, ni el de Valdés, sino todo lo contrario. Es decir la confusión total. ¿Cómo no va eso a acelerar la conflictividad social y hacer que cada lucha que comienza sea más recia que la anterior?

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