martes, 20 de agosto de 2013

O P I N I Ó N

EL PROFESOR EXISTENCIAL, REFLEXIVO Y RACIONAL
 

Los especialistas describen a un buen profesor como una persona plenamente segura, atenta y complaciente, técnicamente eficiente, imperturbable a los cambios de humor o estados de ánimo. Probablemente lo definen así por el rol que se espera desempeñe en clase, con todos los cabos bien atados y todas las dudas resueltas. Su biografía personal ha sido obviada, así como las diferentes maneras en las que se expresa a sí mismo a través del lenguaje, los horizontes que percibe, las perspectivas con las que mira el mundo y la vida. Si el profesor se conforma con sumergirse en el sistema, adoptando ciegamente los puntos de vista que los demás le imponen, entonces habrá abandonado irremediablemente su libertad de observar, de entender y de significar por sí mismo. Si es indiferente a lo que debería perturbarlo, difícilmente podrá estimular a sus alumnos para que se definan a sí mismos como individuos singulares. Pero si, por el contrario, está dispuesto a adoptar la posición del que regresa a casa a crear una nueva perspectiva sobre lo que habitualmente ha considerado como real, entonces su enseñanza puede convertirse en parte del proyecto existencial de una persona vitalmente abierta a sus estudiantes y al mundo. Solo admirándose de lo que ve, estará continuamente obligado a interpretar y reinterpretar una realidad siempre nueva. Se sentirá más vivo y libre que nunca. Solo de esta manera su actuación tendrá sentido.
 
Buscando el gesto comunicativo y la palabra expresiva, el profesor debe interactuar y convivir con sus alumnos, reflexionando y abriendo posibles perspectivas de pensamiento. Por otro lado, debe ser consciente de que las convenciones que normalmente son usadas para organizar la realidad (dentro de la escuela y fuera de ella), son solo modelos o esquemas mentales elaborados por hombres, patrones de significado que solo merecen una aprobación condicional. Este punto es particularmente importante en la actualidad, época en que es más fácil distorsionar la realidad con las imágenes y el lenguaje de los medios de comunicación. Y también se ha vuelto todo más fácil para configurar las relaciones sociales a través de la aceptación y la asignación de roles.
 
El profesor existencial sabe que no puede decir a otra persona cómo vivir, tampoco puede pedir que lleven a cabo sus deseos. Pero puede preparar situaciones que generen “intranquilidad “en sus alumnos. A través de la literatura y las ciencias, puede generar situaciones de crisis y conflictos, formulando preguntas concretas; puede urgir a sus alumnos para que asuman libremente sus posiciones. La labor no será fácil para ese profesor, y tampoco lo será para sus estudiantes, puesto que todo esto requiere crearse a sí mismos una y otra vez, dejando de lado el sentido de confortable obligación y norma previa. Sartre afirmaba que “el hombre no es otra cosa que su proyecto, existe solo en la medida que se realiza a sí mismo, por tanto no es más que el conjunto de sus acciones, nada más que su vida”. Si el alumno percibe su libertad y es capaz de actuar según ella, entonces tiene su propio camino. Dándoles dignidad, libertad y autonomía, el maestro se convierte en un catalizador en el proceso de la autoidentificación de sus estudiantes. Si el profesor reflexivo y racional está comprometido con la acción cognitiva, las evidencias, las demostraciones y las razones, tiene que ejercitarse necesariamente en la interrogación y en el pensamiento crítico.

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