miércoles, 28 de agosto de 2013

 El sueño continúa…
 
 
Ramiro EscobarCuando están por cumplirse 50 años del conmovedor discurso de Martin Luther King en Washington, pronunciado un 28 de agosto de 1963, la Humanidad aún sueña, pero también tiene pesadillas. Mientras el rumor de sus palabras nos sigue conmoviendo, nuestra especie sigue atenazada por la desigualdad y por una discriminación multiforme y perversa.
 
I have a dream, la famosa pieza oratoria del inmenso líder de los derechos civiles trataba sobre la segregación racial de los negros estadounidenses y al mismo tiempo era un discurso universal. Versaba, con una fuerza moral contundente, sobre la posible hermandad humana, que puede erigirse aún sobre los escombros resultantes de la injusticia social.
 
Cuando King, desde sus entrañas generosas, dice: “Sueño con que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad”, hace una difícil pero corajuda propuesta. Está diciendo que la equidad es una ruta que hasta hoy sería bienvenida en América, África, Europa o Asia.
 
Cuando quiere transformar el “sonido discordante” de su nación “en una hermosa sinfonía de fraternidad” podría estarles hablando a Siria, Colombia, Egipto o a nuestro propio país. Y al soñar con que los niños y niñas negras puedan “unir sus manos con las de los niños y niñas blancos” lanza, acaso, una esperanzadora profecía frente al drama de la inmigración.
 
King, con su verbo sabio y su práctica heroica, rescató en ese discurso la palabra y la posibilidad. Junto a Gandhi (más tarde se les uniría, de algún modo, Mandela) se elevó con humildad por entre las naderías de la política insulsa, del liderazgo social sin norte, para, en efecto, hacernos soñar. Para hacernos creer en la reconciliación humana.
 
La historia posterior, con su habitual crueldad, no le dio toda la razón, aunque tampoco lo desmintió. Los afroamericanos siguen siendo segregados en EEUU, no obstante el origen de su presidente, y en Nigeria, Italia, Pakistán, Australia o Rusia distintas etnias o minorías sufren el fatigante látigo del desprecio interminable. Pero el sueño continúa…
 
No acaba porque, como decía el mismo King, 1963 no era el fin, “sino el principio”. La hermandad humana, siendo un bien esquivo, hace que las palabras, los actos y los huesos que se dejan por ella le den sentido a nuestra frágil existencia. “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo hoy todavía plantaría un árbol”, decía también, incansable, este gran hombre.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario