jueves, 12 de setiembre de 2013

MI VILLANO FAVORITO.
 
 
Marco SifuentesEs dura la vida del trabajador independiente. Disculparán que este espacio se vuelva un poco más personal que de costumbre, pero lo amerita, creo. Y si no lo amerita, bueno, necesito hacer catarsis o la próxima vez que lean mi nombre en un periódico será en la crónica policial del asesinato violento, con desmembramiento y vejación, de cierto Padre de la Patria. Así que asumiremos que, por lo menos, esta columna tendrá aunque sea un mérito: el de convertirse en el desfogue que evitará, por algunos días al menos, la interrupción de mi libertad de circulación.
 
Como ustedes sabrán, el 10% de esta columna siempre ha sido destinado para adquirir aviones que se caen, repartir víveres que intoxican niños, construir zanjas que se hacen pasar por carreteras, mantener hospitales que son focos de infección de TBC y comprarles mansiones a nuestros expresidentes. A eso, en nuestro país, lo llamamos “impuestos”, término que naciones más exóticas utilizan para denominar al dinero que sus ciudadanos aportan para garantizar una atención médica para todos y una educación pública de calidad, entre otras excentricidades de países que sí pertenecen al Primer Mundo a pesar de no tener cebiche ni pisco sour.
 
A partir de este mes, además, otro 13% de esta columna viajará en el tiempo. Al menos eso me dicen. En teoría –en alguno de los pocos futuros posibles en los que no he muerto protagonizando un incidente kamikaze en el Palacio Legislativo–, ahora el 13% de esta columna se desplazará al año 2040 donde me estará esperando junto a otros treces porcientos muy preocupados por la calidad de mi vejez.
 
Esa es la teoría, claro. La experiencia –y el último reporte de la AFP a la que aporté durante los ocho años que viví en la estable comodidad de una planilla antes de mudarme a la romántica incertidumbre del Internet– me dice todo lo contrario. En esos ocho años, acumulé una alucinante suma de dinero que me garantiza una vejez digna si y solo si esa vejez digna tuviera la delicadeza de durar solo un par de meses.
 
Así, antes de que usted termine de leerla, el 23%, es decir, casi la cuarta parte de esta columna se habrá diluido como lágrimas bajo la lluvia. En el fondo, quizás me lo merezco. Después de todo, el culpable de todo esto solía ser Mi Quijote Favorito. Claro, antes de que se convierta en congresista.
 
Durante años, al frente de su ONG, el señor Jaime Delgado se especializó es desfacer entuertos y enfrentar a gigantes que muchas veces solían ser simples molinos de viento.
 
Sobrevinieron las elecciones y he aquí que los votantes aprendimos una dura lección. Este tipo de personas son muy útiles, y quizás hasta valiosas, desde la sociedad civil.
 
Pero una vez que suben al poder y son seducidos o confundidos por él, entonces su ignorancia del sistema político, su agenda monotemática, sus prejuicios obsesivos, sus torpezas, terminan por arruinarnos a todos.
 
Ayer, el señor Delgado –Quijote trocado en villano– no tuvo mejor idea que zafar cuerpo escribiendo con este tuit: “Dada la coyuntura actual, considero que la #SBS y el #MEF deben postergar el aporte de los independientes”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario