miércoles, 4 de setiembre de 2013

LO DIJO BORGES
 

Sara Cortez PautratUno de los primeros lugares que me hicieron visitar, en mi primera semana de recién llegada, fue la biblioteca central de la ciudad. No era preciso tener una tarjeta de socio, para leer o visualizar lo que se te antojara (la biblioteca tiene una mediateca interesante), en tanto fuera dentro del mismo local. Es un espacio inmenso, moderno, de galerías tras galerías de libros y material audiovisual que está dispuesto como una gran quinta romana, con una inmensa escultura central de varios pisos, sobre una fuente artificial que ronronea, acompañándote en la lectura.
 
Es cierto que, en invierno, es refugio diurno de los “sin hogar” (sans-abri) quienes, oh maravilla, leen más que los ocasionales visitantes quienes suelen ser estudiantes deseosos de una conexión de internet gratuita, o los jubilados con largo tiempo para gastar. Los fines de semana, sin embargo, se suele llenar de familias enteras, donde cada quien ocupa el espacio diseñado para cada quien. La zona infantil, por ejemplo, no tiene asientos, pero sí cojines, taburetes y alfombras; y se envidia muchísimo: los niños empiezan a tomar la lectura como una actividad de recreo y descanso.
 
Te quedas perplejo cuando descubres que casi cada barrio tiene la suya, una más espectacular que la otra, donde también puedes asociarte a clubes de lectura, ver exposiciones de arte o cine. Si tomaste prestado un libro en una, puedes devolverlo tranquilamente en la que te quede más cerca; y cada cierto tiempo hay “remates” de libros que las mismas bibliotecas hacen, con el afán de renovar su stock por ediciones más modernas. No pueden imaginarse la locura que es aquella venta que a mí me ha parecido anticipo de la Navidad.
 
Recuerdo haberme parado frente a los estantes de cómics y animes y casi haber sollozado quedito, de mi buena suerte. Borges, tenía razón usted; el paraíso es una biblioteca por descubrir.

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