viernes, 14 de setiembre de 2012

N A C I O N A L

 
 
¿Vendedores de piedras?
 

Es harto frecuente escuchar que el Perú es un país simplemente exportador de materias primas, lo que supondría que nuestro modelo económico no fomenta la industrialización, el desarrollo de tecnología y la creación de valor agregado en los productos. Algo así como que nos limita a ser meros vendedores de piedras.
 
Afortunadamente, basta con mirar un poco a nuestro alrededor para darnos cuenta de que esa idea está bastante alejada de la realidad. El año pasado, por ejemplo, el Perú exportó US$700 millones en máquinas y equipos para la minería y hace unos días el director de exportaciones de Prom-Perú anunció que este año las empresas peruanas proveedoras del sector minero exportarán por US$1.100 millones. Este impresionante nivel de ventas se dirige principalmente a países de la región como Chile, Ecuador, Bolivia, Costa Rica y Panamá, pero se espera que en los próximos años se expanda a Estados Unidos y Europa.
 
Lo que este ejemplo muestra no es solo que es mentira que el volumen de nuestra exportación de materias primas nos está impidiendo industrializarnos (al hacer que le confiemos todo al negocio extractivo), sino que existen incluso casos en que nos estamos industrializando precisamente gracias a nuestra exportación de materias primas. El ‘know-how’ y la tecnología que hemos desarrollado en esta industria metalmecánica como para poder ser competitivos en todos estos países jamás lo hubiéramos podido desarrollar sin nuestra industria minera.
 
El ejemplo también muestra cómo no es cierto que en economía existan compartimientos estancos: cualquier sector que crece y genera riqueza necesita –y puede pagar– cada vez más insumos de otros sectores. La receta del desarrollo, pues, tiene mucho que ver con dejar simplemente que la locomotora que uno tiene más potente naturalmente haga su trabajo y jale a lo demás.
 
La verdad, pues, es que detrás de cada lingote de oro no solo se encuentra una minera, sino una larguísima cadena de otros empresarios que le brindaron a esta todo lo que necesitaba para sacar el mineral del subsuelo y transformarlo en una valiosa barra. Hoy por hoy, por ejemplo, las industrias peruanas que abastecen a las mineras fabrican bolas de acero, mangas de ventilación, tanques, fajas transportadoras, barras calibradas, pinturas, artículos de seguridad, explosivos, entre muchos otros productos. Y eso, sin olvidarnos de los cientos de servicios como asesorías tecnológicas, financieras, ambientales, legales y de tantos otros tipos que también se utilizan para posibilitar el trabajo de una minera.
 
La industrialización del país, por lo demás, no solo se vincula a las actividades extractivas. Las exportaciones de sectores no tradicionales que agrupan a la manufactura, la agroindustria y la industria de la pesca para consumo humano cerraron el 2011 con exportaciones por aproximadamente US$10.000 millones, monto que equivale a todo lo que el Perú exportaba en el 2003. Es decir, una suma similar a lo que lográbamos venderle al mundo ocho años atrás entre harina de pescado, petróleo, metales y otros recursos. Y, solo por tomar otro ejemplo, las exportaciones de la industria de la manufactura química pueden llegar a fines de este año a ser tan importantes como las del sector textil.
 
Pero quizá lo que mejor muestre cómo se está modernizando la economía peruana y que su sostenibilidad no depende exclusivamente de los recursos naturales es que la mayoría (el 63%) de la producción del Perú se concentra en servicios, como ocurre en países del Primer Mundo como Estados Unidos con 79%, Japón con 72% y Francia con 77%.
 
En suma, quienes ven al Perú como un país cuyo modelo económico lo condena a ser eternamente un simple “vendedor de piedras” pueden respirar tranquilos. Entre otras cosas, porque es también gracias a que vendemos piedras que nos estamos industrializando.

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