martes, 25 de setiembre de 2012

A C T U A L I D A D

 
 
Cuidado con efecto inflacionario de combustibles

 
El gobierno de la inclusión social está haciendo aquello que los neoliberales ni en sus sueños más auspiciosos pensaban conseguir, excluir a las gasolinas de 84 y 90 octanos, del fondo de estabilización de combustibles. Con lo cual los precios se manejarán por mercado, a valor de paridad de importación en tiempo real. La única manera que se pueda al menos atenuar el impacto será si la estatal Petroperú decide no seguir a pie juntillas las alzas de las cotizaciones de la Costa del Golfo de México, para cumplir un rol regulador de mercado, más aún cuando los precios a los que se venden las gasolinas en el Perú están cerca de 56% más elevados que en los Estados Unidos.
 
La palabra la tendrá el presidente de Petroperú, predicador durante décadas del antiguo testamento que decía: “que no existía razón para tomarse en cuenta los precios del mencionado mercado relevante”. Aunque hoy parece haber olvidado su credo, sufriendo una gran transformación, diría casi milagrosa. Nada más oportuno a estas referencias cristianas, será la frase bíblica consignada de Mateo 7, 15-20: “por sus obras los conoceréis”.
 
El quid del asunto es que en la coyuntura actual, lo que se haga de aquí hacia adelante tendrá una connotación en la inflación que viene creciendo más allá de lo esperado por el efecto de los alimentos. Si la tasa de crecimiento sigue el ritmo de los 8 primeros meses del 2012, a final de año se excederá la meta del 3% proyectada por Economía y Finanzas.
 
La confluencia de alimentos al alza y carburantes en la misma línea puede ser sumamente peligrosa, pues el componente combustible tiene un efecto directo en el precio del transporte, trasladándose a toda la economía como un efecto multiplicador. Hoy más que nunca, el trabajo coordinado entre los Ministerios de Energía y Minas, Economía y Finanzas y Petroperú es vital. Si no hay química entre los capitostes, grave problema tendremos por un asunto que debería manejarse en casa. Dos alternativas: o se ponen de acuerdo en una convivencia bajo el mismo techo, con acuerdos mínimos, o corresponderá a la jefa de familia gubernamental echar a los díscolos, en su sapiencia ella sabrá qué le conviene a su cogobierno y ojalá sea coincidente con los intereses del país.

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