miércoles, 18 de abril de 2012


La incertidumbre del futuro

La humanidad está atravesando por un época sumamente peligrosa.  Esto es obvio y todos lo sabemos, pero es necesario seguir recalcándolo constantemente para que se adquiera una conciencia militante con respecto al tema.  La nuestra se define como una época en sumo grado peligrosa por la complejidad de una multitud de factores que, desafortunadamente, se han sincronizado para convergir y coincidir en nuestro tiempo histórico.  Y estos factores están generando una crisis a nivel mundial de proporciones sin precedentes en la evolución de la civilización humana.

Aunque no comparto la perspectiva de aquellos vaticinadores, videntes o sibilas de turno que interpretan apocalípticamente nuestra encrucijada actual.  Debemos reconocer que la situación es seria y precaria en todos los niveles y aspectos que conforman la civilización moderna.  Es necesario adquirir plena conciencia de ello porque no podemos seguir ignorando la situación, actuando y comportándonos como si todo continuara igual que siempre, como si no fuera nuestra responsabilidad, como si el problema fuera del vecino, y como si nosotros no fuéramos los protagonistas directos del drama o tragedia que se esta guisando en nuestra propia cocina.

La lista de estos factores, o plagas modernas, es larga y conocida.  En primer lugar la explosión incontrolada de la población mundial que incesantemente compite cada vez de manera más agresiva por los mismos recursos naturales finitos, escasos o terriblemente administrados.

El rápido crecimiento de una densa humanidad que sobrevive historicamente marginada y sin acceso a los beneficios económicos, culturales y educacionales tradicionales y por lo tanto se encuentra excluida de las técnicas y medios de producción contemporáneos que requieren de conocimientos específicos y concretos mas sofisticados.  Masa que exige, de manera cada vez más violenta, claro esta, la reivindicación de sus más básicos derechos como miembros de la raza humana.

El calentamiento global que constituye un resultado directo y trágico de la continua y brutal contaminación del planeta y que está produciendo el consabido cambio climático manifestado en esas terribles catástrofes o perturbaciones naturales que están afectando y causando daños, en muchos casos irreversibles, en regiones enteras del planeta. 

La persistente y aterradora amenaza de la proliferación nuclear y la carrera armamentista continua siendo un cancer incurable que constantemente sigue afectándonos y en el cual se gastan billones de dólares que podrían invertirse en encontrar soluciones practicas a muchos de nuestros problemas.

La guerras o conflictos ideológicos, étnicos y religiosas que amenazan la seguridad y estabilidad de regiones enteras del planeta y la consecuente intervención, muchas veces arbitrarias, de los gobiernos locales o de las naciones más poderosas del planeta que agravan esas situaciones de por si ya explosivas.

Los males crónicos modernos como el cáncer, en sus múltiples manifestaciones, el estrés de la vida moderna, la diabetes, la presión arterial, el colesterol, la obesidad, la demencia senil y muchas otras enfermedades típicas de nuestra época que no solo se han convertido en un flagelo de nuestra doliente humanidad sino que involucran un enorme desembolso y desangre de recursos no solo económicos sino también sociales y sicológicos tanto a nivel individual como colectivo.

Para el colmo de los males, y como si la situación no fuera ya de por si grave, para confrontar los efectos nocivos de  la última crisis económica que continua afectándonos globalmente, muchos gobiernos se han visto obligados a tomar medidas de austeridad extremas o draconianas cuya consecuencia es el debilitamiento del poder adquisitivo de la clase media y, consecuentemente, su eventual deterioro como fuerza productora, consumidora y esencial en el crecimiento económico de una sociedad de mercado libre.  Y en la medida en que el poder adquisitivo de la clase media continúe mermando, gradualmente muchos de sus miembros pasaran a engrosar las filas de la población marginada.

Podemos estar en desacuerdo o discrepar respecto a la magnitud de la gravedad de la coyuntura actual en la que se encuentra involucrada toda la humanidad, pero una cosa está absolutamente clara: no vamos a resolver los problemas actuales empleando soluciones generadas dentro de las sempiternas y sobadas perspectivas convencionales de siempre.   La coyuntura histórica actual es evidencia tangible que los sistemas económicos y políticos existentes han cesado de ser eficaces y efectivos para satisfacer las necesidades y retos que el hombre moderno confronta.   De la misma manera, las instituciones creadas para solventar este tipo de crisis han devenido en instituciones anticuadas y anacrónicas y, por lo tanto, disfuncionales.  Precisamente son estos sistemas económicos y políticos actuales y sus instituciones los responsables directos o indirectos de crear el status quo vigente en el mundo.  

Las causas que han producido este desenlace se han venido generando durante los últimos dos siglos.  Por lo consiguiente, no hay solución fácil ni barata, ni los cambios se producirán de la noche a la mañana.  Pero es imperativo comenzar a preparar a las futuras generaciones de una manera sistemática y efectiva para los graves retos que esperan agazapados en el mundo del futuro.  Esta preparación tiene que llevarse a cabo no desde la perspectiva del sistema de educación tradicional sino de un enfoque diferente, moderno.  Desde una posición que se fundamente en la problemática especifica del hombre contemporáneo, desde una perspectiva histórica que denuncie los errores cometidos, que rete las perspectivas tradicionales, que lo cuestione todo, y que se cimente en una visión e interpretación orgánica y cósmica de la existencia humana.  En una educación edificada sobre una filosofía existencial que explore el sentido y el propósito de la misma, en el contexto del mundo contemporáneo y no en las falacias del pasado.   En suma, un sistema de educación que en el proceso de preparar a las nuevas generaciones para sobrevivir en un mundo en el que el futuro se vislumbra incierto, establezca una narrativa que enfatice la convivencia humana, la supervivencia colectiva, la mutua dependencia y, sobretodo, que instile en las nuevas generaciones un respeto profundo, visceral, místico y sagrado por el planeta que habitamos y por todos los seres que lo pueblan sin distinciones de ninguna índole.

PROFESOR DE AUSTIN / USA
HILDEYARDO  RAMIREZ  PAREDES

No hay comentarios.:

Publicar un comentario