Autor:
Fritz Du Bois *
Una de las taras que venía arrastrando la Policía peruana era el exceso de grasa con un número desproporcionado de generales y de otros altos oficiales para una institución que sufre de falta de recursos generalizados, especialmente de efectivos, quienes, para colmo, están desmoralizados. El pesado lastre en la cabeza entorpecía el accionar de toda la fuerza policial.
Por lo tanto, parece una medida muy acertada que los 30 generales que han sido dados de baja no sean reemplazados en el rango y que sus funciones sean asumidas por oficiales de menor graduación. Incluso, sería urgente y necesario que se modifique el escalafón para evitar que, sigilosamente, esas plazas vacantes de generales sean eventualmente ocupadas. Aunque, en ese caso, lo serían por oficiales cercanos al régimen, a quienes ascenderían para que sean los beneficiados.
En realidad, con 17 generales, como estarían quedando en la actualidad, basta y sobra para dirigir a la fuerza policial. Más aún, debería llevarse a cabo una poda en los siguientes rangos donde, estamos seguros, también existe un número excedentario.
De esa manera se podría ir aligerando y rejuveneciendo a una institución que ha demostrado falta de reacción, de preparación y de motivación. Una Policía que ha fracasado en su función principal, la cual es proteger al ciudadano.
Por ello, se deben eliminar las plazas de los que sean dados de baja y, así, aumentar los recursos presupuestales para atender a los policías en la parte más baja de la escala. El costo total que representa un general –desde autos, guardaespaldas, asistentes y hasta escritorios más caros– debe de ser equivalente al de 100 soldados. Por lo que solamente dejando a los 30 sin reemplazo ya podrían estar duplicando el número de policías en Trujillo o Chiclayo.
En todo caso, la visión de una fuerza policial adelgazada en la parte más alta –liberando recursos para ser usados en el incremento del número de efectivos y que estos puedan estar motivados– parece, sin lugar a dudas, el camino adecuado.
Por lo tanto, parece una medida muy acertada que los 30 generales que han sido dados de baja no sean reemplazados en el rango y que sus funciones sean asumidas por oficiales de menor graduación. Incluso, sería urgente y necesario que se modifique el escalafón para evitar que, sigilosamente, esas plazas vacantes de generales sean eventualmente ocupadas. Aunque, en ese caso, lo serían por oficiales cercanos al régimen, a quienes ascenderían para que sean los beneficiados.
En realidad, con 17 generales, como estarían quedando en la actualidad, basta y sobra para dirigir a la fuerza policial. Más aún, debería llevarse a cabo una poda en los siguientes rangos donde, estamos seguros, también existe un número excedentario.
De esa manera se podría ir aligerando y rejuveneciendo a una institución que ha demostrado falta de reacción, de preparación y de motivación. Una Policía que ha fracasado en su función principal, la cual es proteger al ciudadano.
Por ello, se deben eliminar las plazas de los que sean dados de baja y, así, aumentar los recursos presupuestales para atender a los policías en la parte más baja de la escala. El costo total que representa un general –desde autos, guardaespaldas, asistentes y hasta escritorios más caros– debe de ser equivalente al de 100 soldados. Por lo que solamente dejando a los 30 sin reemplazo ya podrían estar duplicando el número de policías en Trujillo o Chiclayo.
En todo caso, la visión de una fuerza policial adelgazada en la parte más alta –liberando recursos para ser usados en el incremento del número de efectivos y que estos puedan estar motivados– parece, sin lugar a dudas, el camino adecuado.
* Periodista
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