martes, 25 de octubre de 2011

OPINIÓN... El incremento de la población y sus consecuencias

Autor:
Hildeyardo Ramírez Paredes *

En la última edición de la revista Times aparece un breve artículo dedicado al inquietante incremento de la población mundial que pronto alcanzará la impresionante cifra de siete billones de habitantes.  El rápido crecimiento de la población mundial constituye un fenómeno al cual no le hemos dedicado la atención que seriamente merece.  Y esto tal vez se deba al hecho de que es un tema que puede considerarse como demasiado abstracto porque generalmente se expone utilizando índices, cifras y números difíciles de concebir para la mayoría de nosotros.  

Lo cierto es que cuando utilizamos la palabra billones, independiente del contexto en que se use, y a menos que seamos matemáticos o economistas, claro está, para el resto de los humildes mortales estas cantidades generalmente no se registran en nuestro intelecto simplemente porque no son sumas empleadas en el entorno de nuestro diario discurrir. 

Pero la proliferación de la especie humana en el planeta merece una seria reflexión porque es uno de los factores determinantes que impacta, de diversas maneras, la dinámica de la vida moderna.  En primer lugar, uno de los efectos directos de este fenómeno es la incesante y feroz competición, a nivel global, nacional y local, por los cada vez más escasos recursos naturales.  Y al referirnos a recursos naturales lo hacemos en el ámbito más amplio del concepto, recursos renovables y no renovables, que son utilizados para satisfacer las necesidades más básicas de los seres humanos.  Como lo son el agua, los alimentos tanto en flora y fauna, especialmente la marina, la tala de los bosques, la energía en sus diversas manifestaciones, la extracción de minerales, de  hidrocarburos, etc.

En segundo lugar, pero no por ello menos importante es la cruenta pugna por los escasos recursos económicos de los que disponen muchas zonas del planeta y cuya incompetente e inoperante distribución se manifiesta de manera concreta en esa degradante proliferación de regiones socioeconómicamente marginadas, distribuidas a lo largo y ancho de todo el planeta, y de las cuales desafortunadamente también forma parte nuestro país.

No es la intención del presente artículo señalar culpables, o desarrollar formulas prescriptivas sobre el problema del incremento espectacular de la especie humana a nivel universal porque es un asunto sumamente complejo y con muchas ramificaciones de diversa índole: político, económico, cultural, social, educativo, y religioso.  Nuestro objetivo es únicamente llamar la atención a un fenómeno sobre el cual no solemos discutir, pero que nos está afectando directamente, y que invariablemente va a tener un impacto catastrófico en las futuras generaciones.  

Pero, la verdad es que aunque estamos tratando de evitar la formulación de un esquema prescriptivo universal, no podemos evadirnos de la responsabilidad cívica de proponer lo que nos parece una premisa lógica.  A cada individuo, sin excepción alguna, nos corresponde tomar clara conciencia del problema y actuar, de acuerdo a nuestra propia idiosincrasia y valores particulares, de una manera en la cual no continuemos contribuyendo irresponsablemente al problema.  Y la manera más efectiva de cumplir este objetivo, es educar activamente a nuestros hijos sobre la necesidad de constituir una familia, cuando el momento llegue, que desde un comienzo adopte y viva de acuerdo a los principios de un sistema de planificación familiar coherente. 

Debemos tener presente que cuando hacemos referencia al futuro, obviamente y de manera concreta, nos estamos refiriendo a nuestros hijos, nietos y biznietos que van a tener que luchar por la sobrevivencia en un mundo donde quizás se habrán agotado la mayoría de aquellos recursos naturales esenciales para mantener una existencia decente.  Es necesario vivir con los pies en el presente, eso no se niega, claro está, pero siempre de cara al futuro.

Y ésta es, también, una de las funciones imprescindibles de todo gobierno, pero principalmente del nuestro.  Primero, invertir los recursos necesarios para desarrollar, implementar, solidificar, incentivar, estimular y facilitar de manera proactiva entre nuestros jóvenes, en todos los estratos sociales y a nivel nacional, una educación efectiva que incluya todos los aspectos que están involucrados en una genuina y comprobada planificación familiar.  

La otra responsabilidad perentoria es la de  proteger por medio de instituciones apolíticas que existan con el objetivo único de resguardar, de cara al futuro, todos nuestros recursos naturales para que sean utilizados de manera que no solo beneficien a toda la población, pero cuya explotación y extracción se lleven a cabo de forma sistemática y garantizando que no se abusen, malgasten, ni agoten, y sobretodo, que no causen el deterioro y la destrucción del medio ambiente que es tal vez el recurso natural más elemental para la sobrevivencia de la especie humana, ahora y en el futuro.

*Director del Departamento de Lengua 
St. Stephen’s School
Austin, Texas USA

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