Autor:
Julio Castro Castro *
De mis padres aprendí que la vida es un don divino, y que una vida sin honor no merece ser vivida. Según el filósofo Walter Brugger, “La honra y la buena reputación son bienes importantes para el esfuerzo ético del individuo y para la vida en comunidad”. Cabe recordar al respecto, que si bien la Constitución garantiza la libertad de expresión e información, éstas tienen límites, dados entre otros, por el respeto a los derechos y a la reputación de los demás. ¿Cómo actúa cierta prensa, en relación al honor y la honra de las personas? Lo que predomina -con honrosas excepciones- es una prensa indecente, como el diario “Correo”, que durante años tuvo a un columnista coprolálico, quien alguna vez publicó un artículo considerado el más racista del año.
Vivir en un país democrático, implica el derecho a discrepar con respeto, tolerancia y ética. El tener diferentes visiones, no debería convertir a los ciudadanos y/ o medios de comunicación discrepantes en enemigos. El confrontar visiones de desarrollo nacional, o regional en forma ética y civilizada implica entre otras cosas no mentir, no insultar, no calumniar ni difamar. “Correo” desde hace años calumnia y difama a personas e instituciones que pensamos diferente a sus dueños.
El 30 de abril de 2004, a raíz de una entrevista que me hicieran en RPP acerca de los medios de comunicación y la violencia en el Perú, “Correo” publica una nota infame en página central, que pretendía mi muerte moral y política. Le envié dos cartas notariales, publicándome la segunda carta, mutilada premeditadamente, sin probar sus infundios y mucho menos sin disculparse. Así, les inicié un juicio -el primero de mi vida- contra la opinión de algunos familiares y amigos que me decían: “Ese diario es muy poderoso y tú apenas un insignificante ciudadano; ¿No sabes que en el Perú no hay justicia? Vas a perder tu tiempo y dinero”. Contacté con el doctor Luis Enrique García Barreto y le pregunté si estaba dispuesto a asumir mi caso. Lo aceptó sin titubear. Le planteé que ese juicio lo debíamos ganar limpiamente. Jamás hablé con algún juez adscrito a este juicio. Algunos conocidos me decían que así no se ganan los juicios en el Perú. Fueron más de siete años de un juicio kafkiano, endeudándome en cada apelación o casación, y comprobando que, en el Perú el que no tiene dinero para un buen abogado, o para pagar las tasas judiciales, no tiene la más mínima posibilidad de justicia. Finalmente el Poder Judicial me dio la razón. “Correo” tendrá que indemnizarme, pero lo más importante es que mi honor y dignidad han sido resarcidos. Comparto con los lectores este testimonio, dándole gracias a Dios por haber sobrevivido a este juicio, al profesionalismo y honestidad del Dr. García Barreto, a mis familiares y amigos por su apoyo moral en los momentos más difíciles, y a los jueces decentes que aún hay en el Perú.
* Político - Comunicador Social
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