martes, 13 de noviembre de 2012

O P I N I Ó N

 

Cómo nacen las vocaciones científicas

Conviene primero preguntarse, ¿qué es una vocación? La palabra deriva de la voz latina vocatio, que significa "llamado".
 
Debemos interpretarla entonces como un llamado a desarrollarnos plenamente como personas y a buscar todo aquello que nos permita crecer como tales, como una profesión, un oficio y otras opciones.
 
Esta deducción nos lleva a hacernos otras preguntas, ¿se nace con la vocación o se hace? ¿Puedo tener más de una vocación? ¿Y si no la encuentro qué hago?
 
No soy psicólogo, educador o especialista en la materia, sólo tengo mi experiencia de vida y a partir de ella puedo decir que no nacemos con una vocación definida.
 
Lo que puede suceder es que desde pequeños contamos con determinadas aptitudes e intereses, que en la mayoría de casos son incentivados por el entorno inmediato, la familia, el colegio, y estos factores pueden colaborar a una cierta inclinación vocacional.
 
Sin embargo, las vocaciones se van armando a lo largo del camino de nuestras vidas.
 
A lo largo de nuestra vida iremos identificando muchas de nuestras preferencias ocupacionales, laborales o profesionales.
 
Ocurre que, generalmente, uno va probando, averiguando, indagando, movilizándose tanto externa como internamente para finalmente apostar por la que creamos es la mejor opción para cada uno y, como se dice, tirar para adelante.
 
Esto puede sonar como un procedimiento natural, pero a veces no sucede así, estamos inundados de propaganda que nos invita a hacer o a decidir por algo que no se acerca a nuestra verdadera vocación o aptitud.
 
Por esa razón el apoyo familiar se convierte en el primer impulsor de la vida de muchos jóvenes.
 
Soy de la opinión que en la medida que las familias asuman su responsabilidad en la formación y educación de sus hijos, estos jóvenes van a tener mejores posibilidades de descubrir su vocación.
 
La escuela, el colegio secundario tienen también su parte de responsabilidad en la formación de las vocaciones, por esa razón es muy importante que los docentes estén capacitados para incentivarlas.
 
En mi experiencia como difusor de la ciencias con niños y jóvenes, más que buscar preparar a esos estudiantes para que se conviertan en futuros físicos, matemáticos o químicos, espero incentivar en ellos la habilidad innata que tienen.
 
Siempre hay que buscar inyectar en ellos el bichito del investigador que todos tenemos dentro, las disciplina y persistencia en el aprendizaje, lo demás ya entra en el camino de las propias decisiones. Es muy interesante y alentador ver cómo niños y jóvenes participan de los experimentos y sacan sus propias conclusiones y ahí nadie recuerda si es bueno o malo para las ciencias, simplemente se divierten y aprenden.
 
 

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