A PROPÓSITO DEL ANIVERSARIO DE
LA PROVINCIA
Talara ciudad abierta
Pasado un año de la “Toma de Talara”,
entiéndase Yacimientos Petroleros de la Brea y Pariñas, hecho históricamente
registrado el 9 de octubre de 1968, se concitó la declaratoria de “Talara Ciudad
Abierta”, decisión tomada por la administración del Gobierno Revolucionario de
las Fuerzas Armadas, presidido por el General de División Ejército Peruano, Juan
Velasco Alvarado.
¿Qué significado tuvo, tiene y tendrá
esta declaratoria para Talara? Significativamente a ciudadanos de otros pueblos
del Perú, podría resultarles extraño esta sui-generis fórmula de calificación.
¿Fue acaso un extraño proceder de aquel gobierno, por qué el ímpetu de la
propuesta? Cotejando lo que ocurría y lo que devino, se podrá apreciar quizá la
verdadera intención que motivó a Juan Velasco Alvarado.
Muchos observadores apreciaron que
Talara hasta 1968 fue un campamento laboral, donde se encontraba acantonada
desde 1914 la empresa transnacional Internacional Petroleum Company (IPCº). En
el rigor de la interpretación de ese concepto “Campamento”, aquella empresa
operaba todas las políticas de servicios, modus vivendis, ornato público,
administración de escuelas, salud sólo para sus trabajadores y familiares
directos. Hasta las pequeñas disciplinas deportivas, eran impulsadas con el
apoyo de la IPCº; y no olvidemos que fue esta empresa petrolera quien diseñó y
construyó, en el año 1948, mil viviendas que constituyeron el basamento de la
ciudad.
Seguramente basado o atrapado en una
conciencia de peruanos, tanto el General Velasco Alvarado como el mismo pueblo
talareño, deseaban que las decisiones -aún así fueran benéficas- fueran tomadas
por los peruanos. Que todo lo hicieran los gringos incomodaba el ego, hería
talvez la conciencia (Nacionalismo Velasquista). En el espíritu peruanista se
percibía una lesión, semejante a la que se vuelve a sentir ahora con la
presencia de nuevas transnacionales petroleras como Petrobras, Petrotech, Sapet
y otras.
Hasta que un año después de la Toma de
los Yacimientos de la Brea y Pariñas el 9 de octubre de 1968, el gobierno con su
Estatuto Revolucionario “El Plan Inca”, declaró “Talara Ciudad Abierta”.
Históricamente debería entenderse como el término del predominio, imposición de
un reinado yanqui, fin de la explotación ilegal de nuestros recursos, fin a la
ignominia de lesa nacionalismo.
Las primeras decisiones que imprimían
las características de esa “declaratoria”, fueron la demolición de las “Garitas
de Control”; primero de ingreso a la ciudad en el sector de Santa Lucía; y poco
después las garitas de acceso a Punta Arenas, sector donde se ubicaban las
viviendas del personal Staff. La nueva empresa peruana Petróleos del Perú, al
asumir la administración de la industria, mediante un convenio suscrito con las
organizaciones sindicales representantes de los trabajadores, se desligó previa
ridícula compensación de todos los servicios de la ciudad, trasladándolos al
gobierno local, así como el sistema educativo al Ministerio de Educación.
Este transcurrir de vida que muchos
llamaron “mal paternalismo” concluyó en 1968. A partir de entonces, esta ciudad
-hoy provincia petrolera- encara otra realidad; la verdadera realidad que viven
los pueblos del Perú. Al abrirse las puertas para recibir a la Talara Ciudad
Abierta…hoy nos preguntamos… ¿Abierta a qué?
Un campamento laboral de
aproximadamente mil a tres mil familias, hoy tenemos una población de 70 mil; a
partir de entonces se produce una migración acelerada que redunda en la
formación de aproximadamente 200 Asentamientos Humanos. Talara hoy convive con
uno de los índices más elevados de delincuencia. Se produjo desde entonces una
controversia social geométrica. Hoy en día muchos sectores con sus servicios
tienen connotación de deplorable ante la carencia de agua, alcantarillado y
energía eléctrica.
Definitivamente no fue un buen negocio
para la ciudad petrolera esta declaratoria, seguramente tarde o temprano había
de venir por su propio peso. Los negociadores de este status, debieron haber
tomado las máximas preocupaciones, no por desear haberse mantenido bajo la
hegemonía de la transnacional; Talara después de la Toma, mereció un mejor
destino.
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