miércoles, 11 de julio de 2012

OPINIÓN



El ser humano y el equilibrio universal



Muy ligera, erráticamente vuela llevada por el viento. Es una pluma, que ha sido arrancada del cuerpo de una anónima paloma. Al observarla, pienso en su fragilidad. Inclino la mirada al suelo, y me encuentro con una fila de pequeñas hormigas, que se desplazan de manera ordenada y sincronizada.
En el mundo se han formado grupos llenos de codicia, vanidad y ambición por alcanzar el poder, y al alcanzarlo solo buscan satisfacer su ego personal."
Admirado por lo visto, con actitud reflexiva me dispongo a caminar, al tercer paso que doy, siento un ligero hincón en una de las plantas de mi pie, la cual no me permite caminar con tranquilidad, no le hago caso y sigo la marcha. Pero en el intento, el hincón se hace más doloroso, dificultando mi caminata. Decido sentarme, me quito el zapato y encuentro una diminuta piedra.
 
La pluma, la hormiga y la diminuta piedra, solas, no son nada. Pero agrupadas forman un todo diferente, las plumas forman el ropaje de un ave, las hormigas un ejército de avanzada, las piedrecillas una gran montaña.
 
Así ocurre con las los seres humanos, solos no somos nada, pero es diferente cuando actuamos en equipo, cuando formamos una sociedad. El hombre, los animales, los vegetales, los minerales son partes de la naturaleza, parte de la tierra. La cual está sincronizada con el cosmos y con su energía cósmica y universal.
 
El universo, del cual somos parte, está perfectamente sincronizado, sus movimientos son milimétricos y espectacularmente proporcionales. La arquitectura universal se pone de manifiesto, y la ingeniería se expresa en una dimensión sin precedentes. La energía fluye sin cesar y con fuerza, transmitiendo vida.
 
En el universo somos semejantes a la pequeña pluma, la inquieta hormiga y la diminuta piedra. Una de las diferencias es que "el hombre tiene la palabra para transmitir el bien y el mal, lo justo y lo injusto". Además de ello, la capacidad de pensar.
 
Cada uno de nosotros tiene un propósito en la vida, expresado en sueños y proyectos personales, muchas veces al no poder alcanzarlos hace que muchas personas sigan el camino de la frustración y del desengaño.
 
De allí la necesidad de que sepamos a dónde vamos, para poder saber el camino que hemos de seguir.
 
El equilibrio universal entre el sentimiento (amor) y el pensamiento (inteligencia), que nos da la sabiduría, ha sido quebrado. De allí las guerras, los odios, los rencores, las ambiciones materiales. La espiritualidad para muchos se ha convertido en cursi y creer en Dios en debilidad.
 
La soberbia hace que no podamos entender que ser espirituales es dominar a la bestia que cada uno de nosotros lleva adentro.
 
La ignorancia y la superstición están gobernando el mundo. Hemos perdido la conciencia de que cada uno de nosotros constituimos una pequeña pieza en la gran maquinaria cósmica y universal, nos hemos olvidado que tenemos el poder de crear nuestro propio mundo, de que el camino hacia la felicidad es la libertad. Hoy somos esclavos de nuestras bajas pasiones.
 
Con lamento, debemos aceptar que hemos perdido las conexiones entre el yo exterior con el yo interior, entre el yo y la tierra, entre el yo y el universo.
 
De allí que cada día somos más débiles e indefensos, nos gobiernan las bajas pasiones, muchos disfrutan con la desgracia del prójimo. Otros envidian el éxito de su hermano.
 
Varios ambicionan el mal para sus semejantes. Estos solo manejan el lenguaje pueril, transmitiendo palabras llenas de frustración y rencor. Hay leyes universales que explican lo que estamos hablando. Estas leyes son constantes como la ley de la gravitación universal. Como ella, existe "la ley de la atracción", que explica el comportamiento de las personas, manifiesta que todo lo que es igual se atrae, de manera sencilla se expresa a través del viejo dicho "dime con quién andas y te diré quién eres". De esa manera, se forman los grupos con sus propios intereses, gobernados por sus pasiones y virtudes.
 
En el mundo se han formado grupos llenos de codicia, vanidad y ambición por alcanzar el poder, y al alcanzarlo solo buscan satisfacer su ego personal.
 
Hace poco hemos sido testigos de la crisis financiera internacional, miles de millones de dólares se movilizaron para tapar un hoyo negro, que curiosamente "privatizaba la rentabilidad y socializaba el riesgo".
 
La pobreza y la desigualdad se han acentuado, millones de hombres y mujeres, no solo están privados del alimento, del vestido, de la salud, sino también de disfrutar de la belleza del arte y de la naturaleza, "no solo del pan vive el hombre".
 
En el mundo andino estaba la filosofía de la complementaridad de los opuestos, expresando una auténtica cosmovisión. Frente a Wiracocha, estaban el Sol y la Luna, el agua y el fuego, el agua y la tierra, el hombre y la mujer, etcétera.
 
Esa cosmovisión los hizo grandes, los hizo conquistadores, reinaba el imperio de la ayuda mutua. Respetaban a la madre tierra y le daban a quien lo que les correspondía, es decir, eran justos más que generosos.
 
El desafío actual está en restaurar el equilibrio universal y, aunque parezca inverosímil, la tarea le corresponde a cada de uno de nosotros.
 
Los protagonistas de este gran suceso somos nosotros mismos. La batalla se libra en nuestro mundo interior, allí están nuestros propios fantasmas, nuestras limitaciones que asfixian a nuestra actividad creadora, también están presentes nuestros temores que nos llevan a la inacción y a la parálisis total.
 
Por eso es importante saber que podemos engañar a nuestro prójimo, pero jamás podremos engañarnos a nosotros mismos. El mundo es nuestro y está en nuestras manos, no lo dejemos discurrir.

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