Esclavos del habla comunicante “vía celulitis”
POR ROSITA MARÍA AMAYA VILELA (*)
Para quienes vivimos en este corre corre en que se ha convertido la vida actualmente; seguramente fue frustrante intentar comunicarse este sábado pasado, no nos pudimos comunicar pues todas las redes sonaban ocupadas: intentábamos una y otra y otra vez y nada. Mirábamos atónitos ese minúsculo aparatito que un día entró en nuestras vidas para convertirse en nuestro amo y señor, pues con lo maravilloso de la tecnología sucumbimos a su encanto y lo es tanto así que podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que casi todos los peruanos hoy en día tenemos uno. “Teléfono apagado” “Solo emergencias”, “Red ocupada” era la respuesta.
Fue como si el mundo se hubiese parado, lo cual si bien nos hace reflexionar sobre la vital importancia de las comunicaciones en las sociedades actuales, nos pone en alerta en lo que vamos convirtiéndonos: autómatas, esclavos del habla comunicante “vía celulitis”, que ese día se vio súbitamente obstruida, lo cierto; es que probablemente se debió a alguna falla en los sistemas de una de las grandes de las comunicaciones nacionales que fuera amenazada con ser atacada el día 26, a propósito de tal amenaza- opinamos que los hackers: “anónimos” o “piratas” deben ser hallados y castigados y frenar en seco la ola de ciberterrorismo, debe defenderse de inmediato el derecho a la privacidad de las comunicaciones, ya que lo ocurrido evidencia cuan indefensos suelen y cuan vulnerables pueden ser los sistemas de comunicación en los países latinoamericanos, por lo que a las autoridades y a los responsables de las comunicaciones respecta sirvió para ponerles las barbas en remojo.
Pero lo rescatable de este vacío comunicativo, cualquiera que fuese el motivo, que el último fin de semana se produjo; fue que muchos nos sentimos más libres, más humanos, fuimos a comernos tranquilamente un ceviche sin los apuros ni presiones que el bendito celular suele producirnos; no nos perturbaron los mensajes, no los obsesivos e imprudentes que llaman hasta diez veces; otros caminamos por las playas en solitario y pudimos disfrutar de una hermosa puesta de sol, los más: pudimos charlar despreocupadamente cara a cara con nuestros seres más cercanos, pudimos disfrutar a nuestros niños, otros leímos libros y fuimos más cultos, otros abrazamos en serenidad y sin apuro a los nuestros, fuimos al encuentro con Dios y estuvimos en paz con todos, visitamos museos sosegadamente valorando y conociendo algo más de lo nuestro, personalmente me armé de un café negro como mi suerte y de un buen libro que digerir; en fin tuvimos tiempo libre, sin el estrés del tonito que muchos escogemos con la música que más nos gusta; algunos se fueron de parranda como otro fin de semana y nadie nos recordó cuánto y cuando debemos pagar por esta esclavizante manera de comunicarnos que un día inventamos los humanos, que se ha instaurado en la sociedad y que avanza corriendo y nos despoja de humanidad, privándonos de ese calorcito de la charla tete a tete, dejándonos sin ese abrazo en directo que es mucho más cálido, sin ese beso que en directo es mucho más tierno.
En fin fuimos nosotros mismos, sin presiones, nos sentimos más libres fuimos más creativos, todo sin ese bendito aparatito llamado celular, las malas nos llegaron ya entrada la noche cuando volvió la señal y de nuevo el timbre nos dio un sacudón y nos hizo retomar la vida de siempre, la que nos va haciendo reflexionar menos, a la que nos hemos acostumbrado y de nuevo nos lanzamos al ruedo, a sobrevivir en esta jungla, donde se habla mucho pero se dice tan poco, o donde lo que decimos a veces ya ni se entiende porque se habla de todo menos de lo que de veras interesa, a seguir con este faenón que se llama vida.
Conclusión, el mundo no avanza, corre rugiendo y devorándose lo más íntimo que tenemos y ello incluye a veces preceptos, moral y demás yerbas; pero que bueno es detenerse alguna vez y ser más humanos. Pero para bienestar de todos: dios proteja a los hombres y los gobiernos a sus redes.
(*) Comunicadora Social
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