viernes, 1 de junio de 2012

RICHARD KINBOLL



SANGRE CLAUDICANTE


Existe un bonito pensamiento que invita a meditar profundamente cuando dice: "Existen hombres que luchan todo un día, otros lucha siempre, y finalmente los hombres que luchan toda la vida".

Pero, en esa meditación encuentro en mi frio discernir, a hombres que han hecho de la cobardía una bandera, hombres cuyo miedo ha sobrepasado las barreras a lo imprescriptible, volviéndoles indignos a los mas hermosos retos y responsabilidades del acontecer humano.

Recordaré a manera de ejemplo a Leoncio Prado (Huamachuco 1980), un soldado que llevó su lucha al mas allá. Fué en circunstancias cuando el enemigo chileno, brindándole su última voluntad, él, consumiendo una tasa de café, con toda entereza, valor y estoicismo tocó tres veces con la cucharita la tasa, fusilándole voló a la eternidad.

Miguel Grau y Seminario gran marino peruano, uno de los mas grandes en la historia de la guerra universal, quien al verse rodeado de 9 barcos chilenos (8 de octubre de 1879), en esa encrucijada vió el desafío de la gloria, y tomando una decisión en vuelo eterno, prefirió seguir luchando en imperecedero ejemplo.

José Abelardo Quiñones, héroe de la Aviación Peruana, tocado por la artillería ecuatoriana y viendo su nave envuelta en llamas, en lugar de regresar y buscar una salvación pírrica, resolvió que su lucha sería eterna, enclavando su avión en la batería enemiga, mientras que su espíritu se envolvía en lucha sin retorno rumbo a la eternidad.

Pero la historia también tiene sus epílogos de crueldad, cuando nos espeta de aquella legión de hombres tibios, temerarios, escasos de valor que a la hora de la prueba y de la verdad, cedieron mostrando su espíritu espurio y cobarde. Estos fueron y siguen siendo los hombres que avergonzaron al Perú. La Patria de los inmortales, tambien exhibe esas páginas amarillas de hombres hechos con sangre claudicante.

Aquellos son los actores que miraron el desafío con expresión débil, limitada. Son los mismos bastardos cuyo valor de la lucha no nació en ellos. Si en la gran epopeya de la historia damos cuenta de aquellos que lucharon desde un día, y otros que lo hicieron hasta lo inmarcesible de la gloria, tambien se encuentran los que pisotearon esa gloria con la verguenza de la cobardía.

La sangre claudicante que los distingue y que corre en las venas de sus espíritus, los graduaron para ser los corruptos, los traidores, los vende patria. Sangre claudicante que los límitó a lo inmisericorde del desprecio. Para desgracia en todo el Perú, al protagonizar las historias donde se inmortalizan los valientes, también en la antípoda se ubican los que se inmortalizan por el hambre, la codicia, el despecho.

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