viernes, 8 de junio de 2012

N A C I O N A L E S



BASADRE FRENTE A VALDEZ 
   

El presidente del Consejo de Ministros, Óscar Valdés, recurrió el martes, no se sabe por qué, a unas citas de Jorge Basadre. La verdad es que todas las ideas del gran tacneño y las citas escogidas por Valdés no favorecen a éste. Dice Basadre:

La promesa de la vida peruana, sentida con tanta abnegación por nuestros próceres, ha sido estafada por podridos, congelados e incendiarios”.

“Los podridos prostituyen conceptos, hechos e instituciones al servicio exclusivo de sus medros, granjerías, instintos y apasionamientos.

“Los congelados se han encerrado dentro de ellos. No miran sino a sus iguales y a sus dependientes.

“Los incendiarios quisieran prender explosivos… para que surja una gigantesca fogata”.

(¿En cuál de estas tres categorías podría colocarse a Valdés? No creemos que sea congelado ni incendiario.)

En un libro que contiene los ensayos En la Biblioteca Nacional y Ante el problema de las ‘Elites’ escribió el gran historiador:
“(…) las visiones administrativa y económica solas, sin calor humano, sin fe, cariño o preocupación por la masa resultan gélidas, incompletas y, a la corta o a la larga, impopulares”.

“Recordemos bien, por último, que elite no es lo mismo que oligarquía. Esta representa un hecho económico social; aquélla un fenómeno espiritual. Ser de elite no se hereda: se conquista. No basta sentirse elite: hay que probarlo y hacer que los demás lo comprendan y actúen en consecuencia, a veces sin darse cuenta de ello. Para formar elites no importa de dónde se procede: importa a dónde se va o se quiere ir. No se forma una elite por acumulación de fortunas, camaradería de aula, identidad profesional, coincidencia de edad o costumbre de tertulia; se forma por analogía de sentimientos, actitudes, esperanzas, ensueños y sacrificios. Se ha hablado mucho de la rebelión de las masas: olvídase con frecuencia el fenómeno de la deserción de las elites”.


EN INFANCIA DE TACNA FUSTIGÓ MALES DE PERÚ

Desmán condenable del diputado, del gamonal, del alto o pequeño funcionario, del poderoso grande o menudo; enriquecimiento súbito del prevaricador; oratoria vacía y vana del que, en sus adentros, se ríe de sus frases comunes como sendas por cualquiera transitadas; ocio costoso del diplomático inútil; negligencia y rutina del burócrata hostil, en daño o desmedro del derecho claro o del interés legítimo; intriga sórdida de las camarillas; violación mendaz de los derechos del pueblo; calumnia vil en el pasquín o en el corrillo que quienes a sí mismos se llaman caballeros suelen auspiciar o amparar; arrastrarse en las cadenas o enfurecerse en los tumultos; egoísmo ciego de las oligarquías y frenesí de las turbas irresponsables; indiferencia, hostilidad o desprecio frente a los que pudieran legítimamente ascender desde un nivel demasiado bajo”.




DE PRESIDENTES Y EXTREMISTAS



La rebelión y la insurgencia reconocida en la Constitución de 1979, por la cual juramentó el Presidente, y en la actual de 1993, están presentes en esta coyuntura contaminada con la represión y la violencia. Conga es el eje de todas las discrepancias que no solo se dan en Cajamarca, todo el país está en vilo y angustiado por los resultados de los conflictos sociales.

 

El diálogo de Gregorio Santos con la multitud reunida en la Plaza de Cajamarca, en términos impersonales, ha originado la gran grita mediática que el gobierno y el fiscal de la Nación no han dudado en asumir con singular rapidez y desproporción dando a Santos el mayor protagonismo político que seguramente nunca soñó.

El presidente norteño es el extremista que lidera multitudes con afanes antimineros y hace recordar, cómo no, al
Ollanta Humala de 1998, insurgente, liderando a sus soldados que recorrieron perseguidos los altos territorios de Moquegua. No es el mismo caso pero similitudes existen. Felizmente para Ollanta no tuvo al frente en ese momento a un premier como Óscar Valdés pues de seguro no sería hoy Presidente.

Ni el mejor
abogado gobiernista podrá probar que en su famoso diálogo con la multitud Gregorio Santos se refirió a Ollanta Humala como el presidente que “incumple su palabra” y “no honra sus compromisos”. Usó una generalidad aplicable a casi todos los mandatarios en el continente aunque no todos lo tomarían en serio.

El calificativo de extremista es aplicado a todo reclamante a favor del medio ambiente y contra los abusos de la minería pero también a quienes impulsan la respuesta armada y abusiva para reprimir toda protesta. El desconcierto juega en pared con la indignación y la exacerba con torpezas como el encarcelamiento del alcalde de Espinar o el enjuiciamiento posible al presidente regional Santos. La imagen de un gobierno represivo que no admite razones mientras genera muertos está en las antípodas del diálogo ofrecido y esperado que como sabemos es un proceso lleno de encuentros y desencuentros, evitando incidentes que lo hagan imposible como está lamentablemente sucediendo.

Locumba liderada por Ollanta fue una rebelión contra una transición pactada sin garantías para la democracia. El presidente conectó su levantamiento con el hartazgo moral y recorrió un camino legítimo hacia el poder que hoy ostenta al que llegó con el voto anti
Fujimorista. Por ello resulta difícil admitir que hoy asuma posiciones que lo deslegitiman, apoyado y estimulado por los medios de una derecha que lo alienta a disparar contra quienes fueron sus votantes y aliados. La obsecuencia se paga con deslegitimación. Estamos en una vía demasiado peligrosa en la que derecha y el Fujimorismo baten palmas mientras su otrora antagonista es celebrado como uno de los suyos.

Y si falta
memoria estamos ante un Ollanta que también pidió la vacancia de Alan García por los dramáticos sucesos de Bagua y no por eso fue perseguido y denunciado.

Urge recuperar la perspectiva, retornar a los principios, no dejarse llevar por la violencia suicida contra un pueblo que votó por un insurgente rebelde. Que se recupere el acercamiento y el diálogo, que se descarte la mano dura, que los muertos no los cargue un presidente de raigambre y voto popular. Cambiar al premier violentista es imperativo para cambiar la etapa.



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