jueves, 24 de abril de 2014

HOMBRE DE DOS MUNDOS
 
 

Nació el 13 de agosto de 1755, en Arica, cuando era ciento por ciento peruana, y murió el 15 de junio de 1833, hace exactamente 181 años. Fue el hombre de nuestras tierras que en las páginas de El Mercurio Peruano, aludió por primera vez al Perú con la palabra “Patria”, con lo que insinuó la idea del separatismo. “Puede decirse que con él nace la palabra peruanidad”, escribió Luis Alayza Paz Soldán, el autor de Mi país: geografía e historia.

Hipólito Unanue fue la más grande lumbrera de su tiempo. Médico, maestro, periodista, científico en todos los campos del saber; ideólogo y prócer de la independencia, su obra excita hasta hoy la admiración del mundo.

Hizo sus primeros estudios en su pueblo natal y, después de trasladarse a Arequipa, siguió la carrera eclesiástica. A los 22 años de edad, arribó a la capital. Allí, un hermano de su madre (sacerdote), al descubrir sus brillantes dotes para el estudio, lo persuadió para que estudiara la profesión de medicina. Se distinguió en matemáticas, física, historia natural; literatura clásica, griega y moderna. Asimismo, sobresalió por la elocuencia de sus discursos. Y en ese andar, fue uno de los animadores de la cultura de la ciudad, donde participó activamente en las tertulias intelectuales de su tiempo, y contribuyó en la formación de la Sociedad Amantes del Perú, institución en la que ejerció el cargo de secretario. Escribió asiduamente en El Mercurio Peruano, vocero de aquella sociedad, con el seudónimo de ‘Aristio’.

El virrey Gil de Taboada lo apoyó en la fundación del Anfiteatro Anatómico de San Andrés, y lo nombró cosmógrafo mayor del reino. En ese período escribió y divulgó la Guía política, eclesiástica y militar del Virreinato del Perú. Escritor fecundo, publicó alrededor de una docena de libros. El texto Observaciones sobre el clima y su influencia en los seres organizados, en especial el hombre fue su obra cumbre. La primera edición, de las cuatro que se lanzaron, se encuentra en la Biblioteca Nacional, en la que hay añadidos y correcciones de puño y letra del sabio.

El virrey Abascal, que requería sus consejos para su trabajo, lo nombró protomédico general; además acogió las demandas de Unanue y fundó el Real Colegio de Medicina de San Fernando y erigió el primer cementerio de Lima.

A fines de 1813, al ser elegido diputado por Arequipa ante las cortes de Cádiz, viajó a España. En Madrid hizo llegar al rey un informe en el que le expuso el “desconsuelo y triste condición de los indios y vecinos de los pueblos y asientos mineros, por la escasez de hospitales y buenos médicos que les asistan en sus enfermedades”. En 1815 fue nombrado por Fernando VII médico honorario de la Real Cámara y, sorprendiendo a propios y extraños, declinó el título nobiliario de marqués del Sol, que deseó conferirle el monarca. Retornó al Perú después de dos años.

No obstante su cercanía al poder, Unanue solía reunir a sus alumnos para intercambiar ideas sobre la política de la península, por lo que fue amonestado.

Al sonar los clarines de libertad, figuró entre los firmantes del Acta de la Independencia. San Martín lo nombró ministro de Hacienda, y al convocarse las elecciones para el Congreso Constituyente fue elegido diputado por Puno e integró la comisión que redactó el proyecto de Constitución. En diciembre de 1822, fue elegido presidente del Congreso Constituyente, cargo en el que se le reeligió al año siguiente.

Cuando arribó Bolívar, se le nombró por segunda vez ministro de Hacienda y, luego, de Gobierno y Relaciones Exteriores. Después, en ausencia del Libertador y como miembro del Consejo de Gobierno, asumió el mando de la Nación durante ocho meses.
Tal vez lo único que se le podría achacar a Unanue fue su excesiva cercanía a Bolívar, pues, al igual que la mayoría de los parlamentarios, cedió ante las pretensiones del Libertador.

En 1826, fue nombrado ministro de Justicia. Tenía 71, por lo que consideró que era tiempo de retirarse de la vida pública. Se aisló en la hacienda Arona, de Cañete, donde tuvo como vecino cercano nada menos que a O´Higgins, por entonces dueño de la hacienda Montalván. En sus cuarteles de invierno escribió Mi retiro y vuelta a la vida del campo, recopilación de sus actividades y esfuerzos por la emancipación y prosperidad del Perú. Siete años después falleció en su hacienda de Cañete.

De Unanue ha escrito Basadre: “Nada más que el Perú y nada menos que el Perú parece haber sido su lema”. Completamente cierto.

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