miércoles, 9 de abril de 2014

ANTIALANISMO Y PROFUJIMORISMO.


Mirko LauerA Alan García siempre le fue mejor electoralmente cuando ha sido percibido por un público esencialmente conservador como el mal menor en el menú de los candidatos. En 1985 fue la alternativa a la Izquierda Unida liderada por Alfonso Barrantes. En el 2006 obtuvo su triunfo frente a un Ollanta Humala visto como peligroso.

No es el único factor, pero es importante, y hace pensar en cómo le iría a García en el 2016 sin un rival percibido como peligroso al frente. Ese peligro puede venir de dos canteras: el fujimorismo con su raigambre antidemocrática o la candidatura de un bisoño impredecible. Acaso en ambos casos una mayoría se volcaría hacia García, si llega a la segunda vuelta.

El fujimorismo sabe que enfrentado a García lleva todas las de perder, y más con una candidata ligera como Keiko Fujimori. Por eso en el momento mismo en que la inhabilitación ha empezado a hacer agua, el fujimorismo ha salido al ataque del candidato aprista, dando a entender que sus votos congresales están disponibles para el oficialismo.

La parte poco comprensible de lo anterior es que Alberto Fujimori haya sincronizado el fallo del juez Velásquez con una iniciativa de firmas e inscripción en el JNE. García adelanta su ficha, y Fujimori debilita a la hija. ¿Es simplemente un mal manejo de los tiempos políticos? ¿Despecho? ¿O un intento de reorientar la estrategia del fujimorismo?

¿Qué reorientación sería esa? Celebrar y reivindicar el golpe del cinco de abril no parece una táctica productiva en un país que a pesar de todo es celoso de su ordenamiento democrático. Es el tipo de recuerdo que Keiko Fujimori ha estado tratando de dejar atrás, con cierto éxito, durante más de cinco años.

Si el discurso del hijo Kenyi llegara a imponerse, sin duda sería el gran aglutinador en contra del 2016. La hija Keiko avanzó en el 2011 con un discurso suave, no con uno duro.

Frente a la perspectiva de un retorno de los años 90, casi cualquier candidato rival podría ganar. ¿Pero cómo podría García ubicarse en ese lugar?

No parece fácil. De partida todos los candidatos del 2016 van a ser no fujimoristas y a la vez enemigos de García, de modo que él tendría que buscar otra ventaja competitiva para entrar a esa segunda vuelta. Es decir alianzas en torno del aparato aprista, en el estilo de su frente social del 2006. ¿Está todavía disponible ese gambito?

Hoy es temprano para decirlo. Pero al fin de este año ya no será temprano. García tiene que remontar un fuerte deterioro de su imagen e instalarse como un defensor de la democracia frente al peligro de un retorno de la dictadura. ¿Le hará el fujimorismo ese favor?

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