jueves, 10 de abril de 2014

GLOBALIZACIÓN Y LIBERALISMO (I)

El proceso de globalización que vivimos en las últimas décadas afecta a las políticas económicas. En consecuencia, debemos hacer un análisis para comprender el porqué las políticas liberales o pro mercado se han venido imponiendo hasta el punto que gobiernos de izquierda las aplican.


A principios del siglo XX las ideas económicas que prevalecían partían del supuesto de que el mejor método para el progreso era un estado que interviniera poco en materia económica, dejando a los privados las decisiones sobre los precios y acerca de qué producir, así como cuánto y de qué modo hacerlo.

La I Guerra Mundial trastocó ese orden liberal: en 1917 no solo estalló la Revolución Rusa que construyó un orden económico radicalmente distinto al capitalismo; sino que, en 1929, la caída de la bolsa en Nueva York pareció darle la razón a las ideas de Karl Marx: las crisis serían cada vez más cercanas en el tiempo y más fuertes hasta que una de ellas llevara al colapso del capitalismo.

Una crisis de esa magnitud trajo efectos políticos, pero –en contra de lo que creyeron los líderes del comunismo– estos no fueron revoluciones marxistas sino que favorecieron a la ultra-derecha. En Alemania, Adolfo Hitler llegó al poder, en España la guerra civil terminó con la victoria de Francisco Franco, apoyado por Adolfo Hitler y Benito Mussolini

Los fascistas no creían en el libre mercado, por el contrario, buscaron salvar al capitalismo mediante una activa intervención del Estado que distribuyera la riqueza y militarizara la sociedad.

En Estados Unidos, el demócrata Franklin Delano  Rooselvet impulsó el Nuevo Trato (New Deal) que en esencia significó que el estado intervendría de modo activo para distribuir la riqueza, generar empleo y controlar las bolsas de valores para evitar que especuladores irresponsables llevaran a un nuevo desastre. El capitalismo keynesiano produjo resultados muy positivos: pobreza casi inexistente y pleno empleo: los “Estados de bienestar” significaron justicia social, prosperidad económica sin excluidos.

El mundo feliz keynesiano terminó cuando –en la década de 1970– se presentó una nueva crisis con una característica no imaginada: la inflación con recesión, bautizada como “estanflación”. Esta crisis permitió el ascenso del neo-liberalismo.

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