lunes, 8 de setiembre de 2014

O P I N I Ó N

EL VIL COMERCIO DE LA DESINFORMACIÓN.
 
 
Claudia Cisneros“Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”. Los cínicos no sirven para este oficio, decía Ryszard Kapuściński (http://goo.gl/lLk8Dk) avalado por la consecuencia de sus palabras hechas vida. Porque se dedicó por entero a esa forma de vida que es ser periodista. A ese vivir mirando, sintiendo, compartiendo, intentando comprender y hacer comprender, empatizando con lo que para el periodista es primordial, aunque muchos, a ciertas pretendidas alturas, lo hayan olvidado: la gente. La gente es el motivo por el cual, para el cual y con el cual se hace periodismo.
 
Por lo menos el buen periodismo. Porque nos importan las personas, sus necesidades, sus dramas, sus posibilidades y las sentimos tan nuestras como suyas, las hacemos nuestras y las lanzamos al mundo para que sean de todos, de esta gran comunidad en la que hemos elegido y nos ha elegido para supervivir.
 
“Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino”.
 
Para los cínicos estas palabras no hacen sentido, son ininteligibles, vacías de contenido, les son inútiles por impracticables, quizás les parezcan hasta estúpidas.
 
La RAE describe el miasma como “efluvio maligno que, según se creía, desprendían cuerpos enfermos, materias corruptas o aguas estancadas”.  No se me ocurre mejor imagen para el despliegue de cinismo, imprecisión, irresponsabilidad, desprecio por la verdad, desprecio por el periodismo, desprecio por la gente que el decano de la prensa nacional ha vuelto a mostrar en los últimos días a raíz de una publicación en su primera plana que difama, que carece de veracidad por incompleta, imprecisa, irresponsable y tendenciosa. Un caso de estudio obligado para cualquier periodista en formación.
 
Oportunidad: la información llegó a la redacción del diario el jueves 14 de agosto hacia el mediodía. La editora de Política, Diana Seminario, como haría cualquier periodista, abre los ojos como buey al ver los jugosamente mediáticos nombres implicados y encarga realizar la nota a un obediente redactor.
 
Mal periodismo 1: hacia la tarde recuerdan, de pronto, que existe un principio esencial de toda investigación: “contrastar”. Le piden a la sección Espectáculos que se encargue (dado que los involucrados eran casi todos artistas). Espectáculos, como es lógico, le devuelve la pelota a Política, que decide sacar la nota sin llamar a ninguno de los sindicados.
 
Mal periodismo 2: Seminario propone y logra que la nota difamatoria sin descargo de los mencionados y con información incompleta y tendenciosa sea portada, primera plana del diario quizás el más longevo.
 
Mal periodismo 3: la anuencia de los dos directores periodísticos, Juan Paredes Castro y Mario Cortijo, que ignoraron por completo los principios rectores de su casa. Ninguno cuestionó lo evidente, o por lo menos ninguno lo detuvo, y el Comercio, ay, siguió muriendo.
 
Mal periodismo 4: disculpas y rectificación son mantras del buen periodismo y de las buenas personas con buenas intenciones cuando erramos. Nos ha pasado a todos: te equivocas, la embarras, te disculpas, rectificas. No por insistencia, exigencia o amenaza legal, sino por principio, por justicia, por decencia. Tan fuerte y claro como dañaste, tan grande y aparatoso, tan a todo color y números grandes y mentirosos, del mismo tamaño has de intentar, con humildad y sinceridad, reparar el daño.
 
“El periodista tiene que pensar que el poder de la información es tremendo y que, por acción o por omisión, puede ser corresponsable de grandes avances o de grandes crímenes”, apunta el periodista político de Efe Pascual Serrano. Crímenes, delitos, infamias, daño, abuso de poder, mentiras, tergiversación, deformación de la realidad, El Comercio luce enfermo e infecta la profesión, la traiciona como traiciona sus propios principios rectores. Y con el decano muriendo, morimos todos un poco. Honda pena.

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